EXTRA!
Último concierto del año del quinteto barcelonés con el logro de haber colgado desde hace días el cartel de entradas agotadas. El frío que reinaba en los aledaños de La Riviera desapareció de golpe cuando los primeros acordes de ‘La noche eterna’ se mezclaron entre los aplausos de un público fiel, ese que te suena de haberte cruzado en un festival veraniego pero también en unas fiestas de barrio, siempre con el mismo objetivo: apoyar a Love of Lesbian, la banda de Santi Balmes, una de las más prometedoras del panorama independiente español.
Parecía difícil que los catalanes sorprendieran tras las continuas actuaciones que han dado por todo el país, pero volvieron a hacerlo. Sonaron canciones de su doble álbum, ‘La noche eterna. Los días no vividos’, que alcanzó el primer puesto en las listas de ventas en la semana de su publicación, allá por mayo, pero no dudaron en retroceder a temas de su celebrado ‘1999’, donde volvió a gritarse hasta el límite ese ‘Club de fans de John Boy’ que si no tiró abajo la sala fue por poco. Tampoco faltaron momentos para un ‘Maniobras de escapismo’ que nos trajo un ‘Domingo astromántico’ en el que las parejitas se cantaban la letra mirándose a los ojos y un precioso ‘Me llaman octubre’ del que formó parte Charlie Bautista en uno de los momentos más memorables de la noche.
Esta manida crisis económica se recordó cuando Balmes recomendó a la pandilla abogar por la esperanza al ritmo de ‘Si salimos de esta’. Qué afortunados aquellos que saben hablar de cosas tristes de una manera alegre, como ellos logran en algunos de sus temas.
Aunque el público ya les pudo disfrutar recientemente en el festival Día de la Música y en las fiestas de Móstoles, las ganas eran las mismas. Los de Sant Vicenç dels Horts, tan honestos y pasionales como siempre, piropearon a su hinchada asegurando que tenían el equilibrio perfecto entre la locura y el respeto. Más aplausos. Nostalgia y de vuelta a la clase de fitness con temazos como ‘Algunas plantas’ y ‘Si tú me dices Ben, yo digo Affleck’, que junto al citado John Boy conformaron los bises.
Al cierre, del que se encargó ‘Oniria e Insomnia’, sólo podíamos volver a quitarnos el sombrero ante lo que fue una cita inolvidable que habríamos repetido en un bucle infinito que, con toda seguridad, nunca nos habría cansado. Dos horas y media de concierto en las que el delirio, las caras de felicidad del público y las ganas de la banda no se marcharon de la sala ni un instante. Cuestiones de familia, de una compuesta por miles de personas.