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Describir a Walt Disney como uno de los hombres más influyentes del siglo XX es un acierto. El dibujante y empresario norteamericano que deseaba ser criogenizado para no tener que morir se ha convertido en uno de los protagonistas más significativos de la temporada actual del Teatro Real de Madrid.

El consagrado compositor Philip Glass vuelve al coliseo madrileño tras el estreno, en 1998, de ‘O corvo branco’ con ‘The Perfect American’, cuyo libreto se basa en la novela homónima de Peter Stephan Jungk – publicada en España por Turner – que relata los tres últimos meses de vida del padre de Mickey Mouse. El montaje corre a cargo de Phelim McDermott.

Lo que muchos podrían esperar como una visión edulcorada de uno de los mayores iconos de la modernidad, es en realidad un montaje en el que se esboza una personalidad misógina, racista y anticomunista, sobre todo como resultado de la huelga que vivió su estudio de animación en 1941. El espectador se topa con un hombre que jamás contrató a un solo afroamericano y que se negó a que las mujeres dibujaran. Tío Walt, le llamaban los niños, que le adoraban. Recuerden, igualmente, que esto no es un documental y que si lo que quieren es una biografía exhaustiva de Disney es mejor buscar una buena biblioteca.
Glass, a sus 75 años, sorprende con las luces y sombras de un genio visionario que, a pesar de no tener estudios universitarios, consiguió convertirse en un fenómeno americano fundamental gracias al imperio animado que creó. Walt Disney, que acumuló treinta y dos Oscar e innumerables galardones más, llegó a compararse con Dios, considerándose más conocido en el mundo que Jesús. No parecía estar muy equivocado.

‘The Perfect American’ es un encargo del Teatro Real y de la English National Opera londinense, donde se estrenará en junio tras su estreno mundial en Madrid. El espectador que asista a una de las funciones se encontrará con un montaje cercano al género musical de Broadway que le puede servir para introducirse por primera vez en el universo de la ópera.

La obra se divide en un prólogo a manera de obertura y dos actos de menos de una hora cada uno, divididos en cinco y seis escenas respectivamente, junto a un epílogo final. Glass, que ha teatralizado la vida de personajes como Gandhi y los hermanos Grimm y ha creado la bellísima banda sonora de la película ‘Las horas’no recurre a la iconografía de la marca en su ópera para devolver a la vida a su creador, sino que hace uso de una impresionante música y un cuidado montaje que choca, sin embargo, con unos personajes planos que cuentan con cualidades vocales que no pasan de correctas. El máximo lucimiento se produce cuando tienen lugar las intervenciones corales.

El director musical, Dennis Russell Davies, realiza un trabajo sublime en el foso, donde se luce la Sinfónica de Madrid durante toda la partitura, de considerable complejidad rítmica. Comprensible la conexión de Davies con Glass, con quien lleva trabajando más de treinta años.
El libreto es uno de los puntos débiles. A pesar de la perfección técnica, a nivel narrativo la obra cojea. Las escenas parecen esbozos de lo que tendrían que haber sido y el antagonista sindicalista es bastante artificial. Tampoco han sabido aprovecharse las breves apariciones de dos personajes tan elevados como el presidente Abraham Lincoln, convertido en un curioso autómata, y un histriónico Andy Warhol, que consiguen el cariño del público en dos de los momentos más americanos de la representación.

En cuanto a los actores, perfecta actuación del barítono inglés Christopher Purves en la piel de Walt Disney, ese visionario del cine que vivió rodeado de cientos de personas que le adulaban y que sin embargo no le sacaron de sus depresiones, su alcoholismo y su adicción al tabaco. El resto de personajes parecen meras anécdotas, presencias casuales.

‘The Perfect American’ ni halaga ni juzga a Walt Disney, más bien le recuerda como el hombre que consiguió que cientos de dibujantes dieran lo mejor de sí mismos a costa de lanzar sus creaciones firmadas con un único nombre: el suyo. El libreto acoge desde el canto a la juventud vivida en Marceline hasta la muerte por el cáncer de pulmón que le mató y la decisión por parte de su familia de incinerarle tras su fallecimiento.