EXTRA!

La primera sensación
que uno tiene cuando llega a El Hotelito
es la de estar en un cuento de hadas. A orillas del río Alberche, en la
Reserva Natural del Valle de Iruelas y Sierra de Gredos, existe un lugar en el que se detiene el tiempo, se ralentizan los
pensamientos y el segundero del reloj avanza más despacio.
Seas amante del
senderismo, necesites una desconexión urgente del ritmo imparable que nos
imponen las grandes ciudades o si simplemente buscas sorprender a alguien a pocos kilómetros de ciudades Patrimonio
de la Humanidad como Ávila, Salamanca, Segovia o Toledo, este es
probablemente tu mejor destino.
En medio de un remanso
de naturaleza, entre montañas, bosques y el pantano de El Burguillo, se alza el primer hotel con denominación agrochic, respetuoso con el
medioambiente sin que eso suponga dejar de lado el confort que a todos nos
gusta sentir cuando viajamos, ese placer que en los últimos tiempos casi
olvidamos. Situado en el bonito pueblo de Navaluenga, El Hotelito está
regentado por Cándido y Christina, un amabilísimo matrimonio (él de Madrid y
ella de Copenhague) que hace ya 10 años apostó por proponer otro tipo de
turismo, uno en el que la luz, el silencio y el mimo por los detalles se convierten
en elementos clave.

Después de cuadrar
agendas, dos compañeros de este mismo medio tuvimos la oportunidad de pasar un
fin de semana inolvidable en sus instalaciones, en donde pudimos disfrutar de
sus amplias habitaciones, su jardín y su piscina, además de una visita por el
club hípico que forma parte de un enclave privilegiado a 100 kilómetros de
Madrid en el que leer junto al calor de la chimenea o cenar en su restaurante con
aires italianos y franceses, en el que recomendamos encarecidamente hacer una parada y pedir una cerveza Raíz Cuadrada junto a uno de los quesos de Elvira García, productos artesanales de
Ávila con los que el hotel colabora.
Con apenas 14
habitaciones que en su mayoría cuentan con terraza o jardín privado, el ambiente
relajado está asegurado, siendo el alojamiento con desayuno la opción más
habitual. En él, los productos
artesanales y de proximidad abundan, con productos como huevos ecológicos y
dulces muy diferentes en su sabor y frescura a los que estamos acostumbrados a
consumir en las grandes ciudades.
Con una preciosa
decoración en la que predominan la madera y el hierro, El Hotelito es sinónimo
de serenidad y descanso. Los dibujos de aves enmarcados del ornitólogo Nacho Sevilla tampoco pasan desapercibidos. Y como rural no significa falta de medios, entre el equipamiento de sus
cuartos con inspiración nórdica se incluye el aire acondicionado y la
calefacción individual, televisores con pantalla plana, wifi gratuito, secador
de pelo y unos edredones nórdicos de los que te costará salir. Además, la luz natural impregnará tu habitación
desde primera hora de la mañana gracias a los grandes ventanales (que van del
suelo al techo) que cambian las paredes por una vista a la naturaleza que
ensanchará tus pulmones. Por cierto: si convives con animales, aquí siempre
serán bien recibidos por un pequeño suplemento.

Acostumbrados a
complementar las estancias de sus afortunados clientes con actividades como cursos de fotografía animal, catas de vino, alquiler
de bicis de montaña para paseos por el campo o reservas de vela para navegar
por el Burguillo, El Hotelito demuestra habitualmente su carácter
polivalente con la acogida de encuentros como reuniones, talleres, cursos o
formaciones con reservas adaptadas a todo tipo de necesidades, habiendo
trabajado con marcas de la talla de Ikea, Lush o Royal Canin.
En definitiva, una apuesta por el turismo consciente en el
que volver a conectar con la naturaleza y con uno mismo en un lugar en el
que te harán sentir como en casa mientras contemplas las montañas, te emocionas
con la puesta de sol y disfrutas de las constelaciones. ¡Una experiencia de las
que no se olvidan!