EXTRA!

Gravedad. El poder de atracción que la gravedad ejerce sobre nosotros. La irreprimible atracción que nos ata a la vida. La capacidad de sobreponernos por más obstáculos que aparezcan en nuestro camino. La fortaleza para aprender que a veces hay que dejar las cosas ir, para seguir luchando, para sobrevivir.

Alfonso Cuarón nos introduce en una película de terror espacial, en un magnífico, aunque no perfecto, alarde técnico en el que la utilización del 3D cobra todo su sentido. Pero no nos enseña ese miedo a lo desconocido (y a los otros) que ha inundado las historias de ciencia ficción desde su inicio como género; ‘Gravity’ nos acerca a un miedo que conecta con lo más profundo del ser humano (y con nosotros mismos): el miedo a la inmensidad del vacío, a la soledad, a la muerte. Ese vacío, en este caso sin fortuna, llega a inundar hasta el guión, que resulta pobre ante tan deslumbrante riqueza visual.



Sin embargo, el largometraje presenta numerosos aciertos y comienza a definir un camino en el que técnica e historia se dan la mano. Un pequeño paso para el hombre y un gran paso para la humanidad, podríamos decir. Quizá lo peor del filme sea que no consigue fusionar los dos géneros de los que presume: un drama filosófico – ¿qué harías si estuvieses completamente aislado en medio del universo y supieses que no puedes regresar a la tierra? – y una película de terror y acción en el espacio. Es demasiado evidente lo diferenciadas que están ambas partes y el juego a dos bandas sin apostar claramente por ninguna, salvo por la calidad técnica.

Por otra parte, la interpretación de Sandra Bullock nos aproxima a una nueva dimensión de la actriz, a la altura de las circunstancias, expresando una frialdad llena de emoción contenida y resistencia. No podemos decir lo mismo de George Clooney, galán correcto sin más, en un papel que contrasta con el de Bullock. La actriz interpreta a Ryan, una mujer cuyo padre siempre quiso que fuese un hombre y que acaba huyendo de sus problemas en el espacio porque lo único que quería era seguir conduciendo en silencio. O quizá no, y sólo debía prepararse para soltar. De nuevo, las mujeres conducen su vida, su destino y a la humanidad. Ryan no es el varón que su padre quiso que fuese, Ryan es una mujer.


No podemos decir que estemos ante una nueva ‘2001: Odisea en el espacio’ o ante ‘El Árbol de la vida’, pues la película vuela alto, pero no tanto. Sin embargo, conviene afirmar que es un pequeño gran paso a tener en cuenta para el porvenir de la historia del cine. Al final, el espectador se deja atrapar por el fascinante poder de atracción que sólo una película como esta podía alcanzar.