EXTRA!
Gravedad. El poder de atracción que la gravedad ejerce sobre nosotros. La irreprimible atracción que nos ata a la vida. La capacidad de sobreponernos por más obstáculos que aparezcan en nuestro camino. La fortaleza para aprender que a veces hay que dejar las cosas ir, para seguir luchando, para sobrevivir.
Por otra parte, la interpretación de Sandra Bullock nos aproxima a una nueva dimensión de la actriz, a la altura de las circunstancias, expresando una frialdad llena de emoción contenida y resistencia. No podemos decir lo mismo de George Clooney, galán correcto sin más, en un papel que contrasta con el de Bullock. La actriz interpreta a Ryan, una mujer cuyo padre siempre quiso que fuese un hombre y que acaba huyendo de sus problemas en el espacio porque lo único que quería era seguir conduciendo en silencio. O quizá no, y sólo debía prepararse para soltar. De nuevo, las mujeres conducen su vida, su destino y a la humanidad. Ryan no es el varón que su padre quiso que fuese, Ryan es una mujer.
No podemos decir que estemos ante una nueva ‘2001: Odisea en el espacio’ o ante ‘El Árbol de la vida’, pues la película vuela alto, pero no tanto. Sin embargo, conviene afirmar que es un pequeño gran paso a tener en cuenta para el porvenir de la historia del cine. Al final, el espectador se deja atrapar por el fascinante poder de atracción que sólo una película como esta podía alcanzar.
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Además de lo expuesto en la crónica, en mi opinión, el miedo atávico que siente el hombre hacia el infinito, que es igual a la nada, es tan poderoso, tan afilado y penetrante, que nos hiere de muerte, salvo que esa angustia terrible nos mueva, por reacción, hacia una lucha imposible o, tal vez, posible. Ahí esta la cuestión.