EXTRA!

Pocas
películas llegan hoy día a los cines que muestren historias reales, más que puro entretenimiento, 
a través de la ficción. Por ello, destaca la labor del
director
Diego Quemada-Díez, español
de nacimiento pero afincado en América desde hace más de 20 años, que presenta
su último trabajo,
‘La jaula de oro’.

Juan (Brandon López), Sara (Karen Martínez),
Chauk (Rodolfo Domínguez)
y Samuel
(Carlos Chajón)
son los protagonistas del primer largometraje del creador.
Los jóvenes deciden abandonar sus hogares con el fin de salir de
Guatemala y llegar a la frontera de Estados Unidos para vivir su propio sueño
americano. Dejan atrás a sus familias y una vida llena de miseria y pobreza
con la esperanza de poder labrarse un futuro en un país que aparenta ofrecer
posibilidades. Sin embargo, su decisión les lleva a padecer un camino infernal,
lleno de obstáculos constantes, a bordo de trenes y en pésimas condiciones.
La realidad social de Latinoamérica continúa siendo una gran desconocida. Quemada-Díez deja un
pequeño reflejo de una existencia que se repite cada día entre cientos de personas que quieren olvidar las
duras circunstancias en las que viven y no conformarse con lo que el destino
les ha impuesto para empezar de cero en un lugar extraño.
Los jóvenes actores, pese a no ser
profesionales, llevan a cabo una
interpretación única, 
ya que para ellos se trata del puro reflejo de su
realidad, de situaciones habituales que viven a su alrededor constantemente,
por lo que forman parte vital del elemento realista del largometraje.
Los
matices de cada uno de los personajes han sido muy cuidados, aportando una
gran intensidad emocional que constituye el elemento que más distancia a este trabajo
de acabar definiéndose como un documental. Sus miradas, mezcla de impotencia, cansancio, esperanza y ternura,
invitan a la empatía,
a sentir que estamos ante un simple ejemplo
reivindicativo.

Cada
uno de ellos presenta una visión diferente de su sueño americano, sobre todo
entre Juan y Chauk, en quienes se aprecia un mayor contraste. El primero cree
en el éxito prometido por un país materialista, es individualista y racional;
mientras que el segundo, bondadoso y sentimental, tiene una percepción más comunitaria de la sociedad.
La película es cruda al
saber de antemano que todo lo que aparece en pantalla es la violencia a la que
se ve expuesta constantemente un gran número de personas, un aspecto que se
agrava, sobre todo, por la temprana edad de sus protagonistas. Su narración está vigorosamente hilada y
trabajada, a pesar de un lento comienzo,
 con una magnífica mezcla
de tramas y personajes gracias a la labor de investigación que el
equipo realizó en la zona al formar parte de tan cruel viaje.
El film, rodado en súper 16 mm, característico de los documentales clásicos, posee un montaje muy sencillo, pendiente de
pequeños detalles que proporcionan cercanía incluso hacia figuras secundarias, con encuadres de altos contrastes, todo ello acompañado por una
banda sonora autóctona y desgarradora.
Pese
a la gran cantidad de premios que ha recibido la cinta en Cannes, Zurich o Sao Paulo,
entre otros, bien es cierto que, por desgracia, se trata de un estilo de cine que no suele atraer en demasía al gran público.
‘La jaula de oro’ es una ventana a través de la cual se observa la crueldad de
situaciones ignoradas. Una historia real, sin fisuras y dolorosamente
conmovedora a bordo de trenes que guían hacia la esperanza.