Filmin Music Fest

‘Dark
was the night, cold was the ground’
 es una canción
compuesta por Blind Willie Johnson en 1927.
Sustentando en sus acordes las
melodías del blues y la nostalgia, la composición viaja a través del tiempo, dejando
en compositores y cineastas el legado que sólo son capaces de crear los
maestros. 



El desierto de Mohave se despliega ante la cámara
bajo los acordes de
Ry Cooder, que inspirado en ‘la pieza más conmovedora
y trascendente de toda la música norteamericana’
, la transforma y combina
con imágenes para dar vida al personaje principal, que decaído y errático,
viaja por tierras áridas sin saber exactamente cuál es el objetivo de su viaje.
Es así como da comienzo
‘París, Texas’.

El film se define como un viaje a ninguna parte, un
hombre destrozado, la búsqueda de uno mismo ante la desolación del amor roto.
El largometraje esboza los planos y se olvida del raciocinio, convirtiendo su historia
en un sentimiento pleno de soledad y negación ante el mundo entero.

Wim Wenders dirige el guión de Sam Shepard y narra
la historia de Travis, (Harry Dean Stanton), que, tras cuatro años de huida y
desaparición, es encontrado desmayado en medio del desierto sin más compañía
que la de sus silencios y el peso de sus secretos.
Su hermano Walter (un
enérgico y sincero Dean Stockwell) se encargará de devolverle a la civilización
y a sus recuerdos, que aún marchitos, pelean por recobrar la luz.


Son esos recuerdos los que convierten al film en una road movie. Un viaje a través de la memoria, el espacio y el tiempo. Un ciclo
de vivencias y tragedias que envuelven al protagonista en los estragos del
alcohol y el peso del abandono familiar.
La búsqueda infructuosa del auténtico
amor y las lágrimas amargas ante la inevitabilidad del fracaso.

Travis, amparado bajo el apoyo de su hermano y la
mujer de este, recupera el cariño de su hijo abandonado y marcha en busca de su
amor perdido, de su historia inconclusa. La joven Jane, interpretada por una
imparable Nastassja Kinski, eleva el discurso de la historia hacia su máximo
esplendor, protagonizando junto a Stanton una de las más bellas secuencias del
cine contemporáneo.

La tercera edición del Filmin Music Fest hace renacer esta
pieza del cine independiente galardonada con la Palma de Oro en 1984. Nos
deleita con la fragilidad de las emociones y la importancia de la fotografía que, de la mano de Robby Müller, recorre la intensidad de los colores y la
divergencia de texturas.
Encontrando su magia en la simpleza de la trama y la tristeza del amor, Wenders consigue crear la armonía perfecta
entre música, fotografía y discurso
, meciendo entre sus planos la congoja y el
desatino de quien ha perdido todo en la vida y lo único que le queda por
entregar es su corazón.