EXTRA!

Si digo Robert Cray los
aficionados del buen blues no necesitan seguir leyendo estas líneas. Les
bastará con ir corriendo a comprobar las próximas fechas de conciertos por
España para acudir al más cercano y no perderse lo que saben que será un bolo
de los que hacen que un latigazo de emoción y buena música te recorra de arriba abajo. Los demás quizá necesiten algunos argumentos más para convencerse de
que estamos ante un músico que no se deben perder.

Desde finales de los años 50 este
chico de Virginia que quería ser arquitecto ha ido llevando su guitarra y su
voz con la mejor compañía por todo el mundo para regalar canciones de esas que
cuentan en la música y en la voz mucho más de lo que parece que cuentan, como
todo buen blues sabe hacer. John Lee Hooker, Chuck Berry o Eric Clapton son
sólo algunos de los nombres de los titanes de la música con los que Cray ha
hecho migas. Si aún queda alguna duda sobre su talento, dos modelos de guitarra
Stratocaster del mítico fabricante Fender que llevan su nombre lo avalan.

Pero las verdaderas razones por
las que
Robert Cray tiene su lugar propio en el hall de la fama del blues las
dio anoche en el escenario del
Festival Cultura Inquieta, que tiene lugar hasta
el 21 de este mes en la madrileña localidad de Getafe.
Camisa blanca y sonrisa
franca, Cray y sus chicos, entre los que se encuentra el bajista y amigo de
juventud de Cray, Richard Cousins, llenaron una agradable noche de verano con
un recorrido por toda la discografía del músico
–tan prolífico pese a sus
apenas 60 años-, desde sus trabajos más recientes como el romántico
‘I can’t fail’ o el más festivo y
despechado
‘Chicken in the kitchen’ hasta sus clásicos de los años 80 y 90 que incluyeron ‘On the road down’ y el intimísimo ‘The things you do to me’, donde Cray dejó al público charlar a
solas con su ya mítica guitarra en un relato desolado de amor y desamor de esos
que sólo el guitarrista de Virginia sabe contar. 

Si hay algo que reprochar al
bolo de anoche no sería sin duda a la banda, sino más bien al hecho de que la
de Cray es una música de bares y teatros que en un escenario al aire libre
requiere de un público que lleve el blues en las venas y sepa quedarse
paralizado cuando Cray baja la voz y la guitarra hasta erizar el vello de los asistentes.
Una afición difícil de encontrar, aún más en un
país de escasa tradición blusera como el nuestro, lo que en ocasiones pudo
destemplar el delicado equilibrio que late en las composiciones de Cray.
Apenas 90 minutos de buen
blues con cuatro gigantes musicales sobre el escenario que supieron a poco y
que coronaron con un breve bis que incluyó el ‘A Memo’ de su último álbum y se cerró con un electrizante ‘Time makes two’ en el que sacaron toda
la artillería y que sirvió de despedida a la noche. A los que les picara el
gusanillo del blues o se quedaran con ganas de más, sólo les queda salir
corriendo a disfrutar la Robert Cray Blues Band en Córdoba, Alhaurín de la
Torre o Béjar antes de que el próximo sábado marchen a tierras del Mar del
Norte.
Los demás nos quedamos con el regalo que anoche nos brindó el que es ya
una leyenda viva de uno de los géneros con más historia y sentimiento de la
música popular de nuestro tiempo.