EXTRA!



La sociedad avanza despacio. En un mundo donde esperar abrumantes colas para probar el
último hito en tecnología es una estampa habitual, el acoso escolar constituye
una realidad que se responde con evasivas.
La producción teatral ‘El pequeño poni’, que se puede ver en el Teatro Bellas Artes hasta el próximo 16 de octubre, aborda este
conflicto desde el punto de vista familiar en un montaje sobrio basado en los
hechos reales que ocurrieron durante el año 2014 en Estados Unidos.


Los conocidos actores María
Adánez y Roberto Enríquez se encargan de dar vida a los padres de un niño rechazado por llevar colgada a la espalda una
mochila de colores
basada en la serie infantil ‘My little pony’. La dramaturgia
original de Paco Bezerra denuncia de esta manera los casos de los pequeños Grayson Bruce y Michael Morones, que fueron marginados por la misma causa.



Con interpretaciones instaladas en el tono de la desesperación, la confrontación de opiniones de los
progenitores muestra dos maneras de hacer frente a la persecución en las
aulas.
Por una parte, defender la libertad del individuo. Por otra, tratar de
proteger al niño adaptándolo a la absurda opinión de la mayoría. 
La austera
puesta en escena de
Luis Luque invita a iniciar un viaje claustrofóbico por las
rincones más oscuros de la mente humana. El director, que fue víctima de acoso en su infancia, denuncia
así los peligros de quienes deciden desentenderse frente al
bullying.

‘Estoy cansada de vivir’ fue el
mensaje que Arancha, una madrileña de 16 años, mandó a sus amigas la misma mañana en que se suicidó tras las reiteradas agresiones de su acosador. Diego dejó a sus
padres una emotiva carta en la que lamentaba que no hubiera manera de dejar de ir
al colegio antes de arrojarse por la ventana de su casa, también en Madrid.
Jokin se mató tirándose al vacío desde la muralla de Hondarribia tras
padecer un tormento durante dos años por parte de sus compañeros de
clase.


La incomodidad que estos hechos
suscitan en los agentes del sistema educativo es directamente proporcional a la
ineficaz protección que parecen seguir teniendo los escolares, con una escasa
formación del profesorado en la materia e insuficientes orientadores en los
centros. Durante la obra, el elemento extraescénico de un amenazador colegio
mantiene al espectador en tensión
, salvando así el escaso dinamismo de la
estructura lineal.

Los hechos desencadenados en
Estados Unidos han convertido a los ponis de colores en el estandarte más
visible de la lucha contra la violencia en las aulas. En España, personajes como Aless Gibaja se alzan como defensores de la diversidad utilizando su influencia en las redes sociales para combatir un problema social. En esta
lucha, la mediación entre acosadores y el resto de alumnos, que deben
identificar como incorrecto el comportamiento hostigador, parece ser la mejor y
más eficiente solución.

El conflicto que se presenta ante los espectadores se
sustenta sobre una hermosa metáfora
cuya resolución provoca la reflexión y
refuerza las estrategias de eliminación del acoso. La
obra, de hora y media de duración, anima a que carguemos con una mochila que habla de respeto e igualdad en una sociedad dominada por el poder y los prejuicios.