EXTRA!

Son
muchas las piezas teatrales que se han intentado adaptar a la gran pantalla pero
muy pocas han triunfado en taquilla. Y es que el mayor problema
que se presenta en un proyecto así es el texto. La mayoría pecan de pomposidad
en su lenguaje y son pocos los que sienten verdadera fascinación por este tipo
de largometrajes.
Si, además, sumamos el hecho de que se trate de una obra de
época, la combinación se complica y, a excepción de pocos títulos, acaban fracasando y sumiéndose en el olvido.


Esto
le ocurre al último trabajo de la cineasta noruega Liv Ullmann, que presenta una adaptación de la pieza creada por el
dramaturgo sueco August Strindberg,
respetando hasta el título, ‘La señorita Julia’. El film, en cartelera a partir del viernes 12 de diciembre, es fiel al libro
hasta la extenuación. Una historia con tres personajes: la señorita Julia (Jessica Chastain), el lacayo John (Colin Farrel) y la criada Kathleen (Samantha Morton). Ambientada
en la Irlanda rural de finales del siglo XIX, la trama nos introduce en un
mundo de clases sociales inamovibles, donde los ricos manipulan y se
encaprichan de sus vasallos,
esos humildes trabajadores que hacen lo posible
por ascender o aparentar ser lo que no son.


Chastain, a quien hace poco vimos en ‘La desaparición de Eleanor Rigby’ de Ned Benson, representa a una mujer
profundamente desequilibrada, que quiere ser libre en una sociedad oprimida,
a la vez que se siente seductora y dominante frente a John. La actriz realiza un
trabajo formidable y de notable superioridad frente a sus compañeros,
siendo lo más interesante del largometraje.
Por su parte, Farrel, a quien estamos acostumbrados a ver en la piel de personajes
sencillos y de pocos matices, muestra un lado muy interesante que poco a poco se debilita. Albergado por sus propios intereses y por un futuro mejor, su personaje se debate entre continuar su relación con Kathleen,
que parece ser la única persona sensata, o dejarse llevar por la pasión que siente por su ama.


Junto
a la intensidad de las interpretaciones, que en ocasiones rozan lo extremo, la trama se sustenta principalmente en los largos diálogos,
excesivamente teatrales y recargados para un proyecto cinematográfico.
Soporífera, también, la lentitud de algunas de las escenas. Sumado a ello, salvo
contadas escenas exteriores, las más de dos horas de escasa acción transcurren dentro de una casa que deja sin respiro a un
espectador exhausto ante tal despliegue de barroquismo.



No
obstante, la bellísima estética visual,
obra del director de fotografía ruso Mikhail Krichman, esquiva cualquier
adormecimiento. El encanto paisajístico de Castle Coole proyecta verdadera magia y favorece el metraje de
forma admirable, otorgando cierta armonía con respecto a la problemática textual.
El dramatismo añadido por la potente banda sonora y la
iluminación, elemento de especial importancia, redunda en los
sentimientos que trata de transmitir el trío protagonista.


‘La señorita Julia’ es otro drama de época que hará las delicias de quienes sean fanáticos de la obra de Strindberg, quedando en el olvido del resto de espectadores. Pese a que su fotografía, historia y labor interpretativa son fantásticas, un guión insostenible ensombrece el proyecto.