
La famosa crisis económica ha creado un reforzado concepto de la conciencia social. Debates en familia o entre amigos llevan a preguntarse qué es lícito cuando las necesidades básicas no son cubiertas y abunda la precariedad. ‘The Selfish Giant’ se adentra en uno de esos territorios británicos donde la escasez llegó pero nunca se fue. Pequeñas urbanizaciones grises sirven para hacen reflexionar al espectador sobre temas morales como la ruptura de la familia, el robo o la explotación infantil.
Arbor (Conner Chapman) y Swifty (Shau Thomas) son dos chicos inadaptados que, tras ser expulsados del colegio, conocen a Kitten (Sean Gilder), un avaro chatarrero que no tiene complejos en enviarles a cumplir misiones ilegales, propiciando que empiecen a robar cobre y metal para él con el fin de conseguir algo de dinero. Al contrario que en otras historias de adolescentes marginados que buscan una alternativa a su realidad, la cinta presenta a unos protagonistas que la afrontan con toda su crudeza.
‘The Selfish Giant’ es, en palabras de su directora y guionista, Clio Barnard, una adaptación del relato clásico homónimo de Oscar Wilde. En este caso, la autora opta por un film con matices de cine documental en su presentación, dosis de realismo en sus primeras escenas y tendencia al drama en su desenlace. El largometraje cuenta con una fotografía correcta repleta de planos contemplativos que reflejan el frío y la humedad inglesa, así como la suciedad de los barrios más humildes.


La película destaca por su brillante reparto, con un Conner Chapman sublime en la piel de un adolescente con problemas de atención que se complemente a la perfección con un coprotagonista que ofrece una réplica más calmada y bondadosa gracias al trabajo de Shau Thomas. Ambos son el ancla del tercer personaje, creando entre ellos las escenas más impactantes de la producción.
El Atlántida Film Fest está demostrando contar con pequeñas joyas del cine independiente. ‘The Selfish Giant’ se postula como la otra cara de la moneda de ‘The Kings of Summer’. Mientras que esta última muestra la parte amable de la adolescencia, el trabajo de Barnard refleja la dureza que conlleva crecer en lugares despiadados. Una historia impregnada de la mentira y la impotencia de no poder elegir.