EXTRA!



¿Quién
no ha querido hacer eterno algún momento de su vida? Hay épocas
gloriosas que no querríamos que terminasen a las que a veces nos
agarramos hasta que tenemos que enfrentarnos a los cambios de forma obligatoria.
De
pequeños fantaseábamos con qué seríamos de mayores, cómo serían nuestras vidas, en qué trabajaríamos y hasta en dónde viviríamos pero, a
medida que uno va cumpliendo años, el futuro se torna diferente, sin preocuparse ni siquiera de avisar o preguntar.

Qué
pasa cuando una etapa se acaba para dar paso a una nueva, cómo nos enfrentamos
a nuestro pasado y futuro, y qué es lo que queremos en nuestras vidas son algunas de las cuestiones a las que el espectador se enfrenta en ‘¿A quién te llevarías a una isla desierta?’,
todos los sábados de enero a las 22.30 h. en la madrileña sala de teatro Nave 73. Los guionistas Paco Anaya y Jota Linares, quien también dirige la
obra, presentan una historia de amor y desamor sobre el paso del tiempo y lo
que pudo ser y no fue en una producción en la que el valor de la amistad y los hechos impredecibles tienen mucho que ver.

Al
cruzar las puertas de la sala, el espectador se adentra en el piso compartido
de Celeste (Maggie Civantos), Eze (Abel Zamora) y Marcos (Juan Blanco), tres
amigos que se conocieron cuando nacían sus proyectos, sueños y carreras.
Pero ahora ya no son universitarios, ni tan jóvenes, ni siquiera
soñadores. Han llegado a ese momento en el que ya deberían estar viviendo de sus profesiones y disfrutando de la estabilidad por la que tanto han luchado. El
cambio, necesario, les lleva a una separación que les hace dejar atrás
 un piso
que esconde muchos momentos entre sus mugrientas y viejas paredes.
El día
más caluroso de los últimos 20 años coincide con el cumpleaños de Marcos. Con
todo empaquetado, los tres amigos vivirán las últimas horas en su universo propio.

Marcos se va a vivir con su novia, Marta (Beatriz Arjona), que no termina de
encajar en el grupo; Celeste se traslada a un pequeño piso lleno de gatos y Eze
aún está planteándose qué hacer. Durante ese último rato compartido no se hablará del futuro ni de
cuestiones trascendentales, limitándose a divertirse y emborracharse hasta que la
bebida hable por ellos y la noche dé un giro inesperado. Todo lo que parece puede no ser y lo que es puede que exista, aunque no se quiera ver.


La sencillez escenográfica del montaje traslada al público al típico piso diminuto que todo aquel que una vez fue universitario recuerda haber visto o habitado.
El desorden, las madrugadas de series de televisión y comida rápida, las risas, los
roces, el valor de la sinceridad, los amores fugaces frente a los que llegan para quedarse y un sinfín
de anécdotas logran que el espectador empatice
con todo lo que va ocurriendo en esta historia.
Y vosotros,
¿a quién os llevaríais a una isla desierta? Si se puede elegir a todo el que se quiera no habría problema pero, ¿y si hubiera que elegir? Lo que parece un juego
inocente puede hacer que los sentimientos más profundos
se liberen de forma casi involuntaria. 
Destaca el equilibrio que se alcanza entre la ironía y el pesimismo cómico de Abel Zamora, la
madurez de
Beatriz Arjona, la ingenuidad de Maggie Civantos y el golpe de realidad
social a cargo de
 Juan Blanco. Todo ello hace que, cuando la sala se ilumina y
cesan los aplausos, uno reflexione sobre la realidad que un día soñó, las vueltas que da la vida y la importancia de la amistad.

El tamaño reducido de la sala y su distribución ayudan a sumergirse en la obra, mientras que el trabajo de iluminación aporta intimidad y sensación de soledad en determinadas escenas. Un plan inmejorable al que acudir en pareja o con amigos. Un
capricho que nadie debería perderse a sólo unos pasos de Embajadores.