EXTRA!

Pantalla
en negro como un vacío existencial. Silencio, el de la más absoluta soledad. Transcurridos
un par de minutos y con un ligero sonido de agua cayendo, aparece la imagen de
un solitario y agónico callejón con una mujer tendida en el suelo, herida y aparentemente
inconsciente. La cámara recorre el lugar contextualizando el encuentro entre
los dos protagonistas, Joe (Charlotte
Gainsbourg)
y Seligman (Stellan
Skarsgård)
. Un ambiente lento y silencioso que finalmente se rompe de forma
estridente con el tema ‘Führe mich’, del conocido grupo alemán Rammstein. Así
es como arranca
 el nuevo trabajo del
provocador director danés Lars von Trier, ‘Nymphomaniac: parte 1’, una de las
películas más controvertidas y esperadas de los últimos meses,
en la que se narran las
vivencias de una mujer adicta al sexo.

En
esta primera cinta se encuentran los cinco capítulos iniciales que dan a
conocer la vida de una joven Joe
(interpretada en esta etapa por Stacy
Martin) desde la infancia y su despertar sexual hasta la adolescencia
tardía.
Una historia humana, narrada en primera persona, en la que la
protagonista reflexiona sobre sus constantes relaciones, los encuentros con su
primer amor (Shia LaBeouf) y su
padre (Christian Slater). Destrozada
interiormente y con un fuerte odio hacia sí misma, trata de hacer entender a su
oyente, Seligman, que sin duda
representa a cualquiera de los espectadores, el dolor y el sufrimiento
colateral ocasionado, muchas veces a conciencia. En contraposición, este se
encarga de cuidar a la joven mientras escucha su drama, cuestionándola e intentando
hacerla ver, a través de metáforas como la pesca con mosca y las polifonías de Bach, que no debe ser tan dura consigo
misma. Comprensivo y piadoso, actúa como antagonista dialéctico,
tratando de entenderla desde la mayor cercanía posible, con una mirada positiva
que choca constantemente con el trágico pesimismo de Joe.
Stacy Martin, actriz sobre la que recae
el paso de toda la acción, despliega un atractivo increíblemente seductor y
fascinante, pero no parece estar a la
altura en las escenas más dramáticas,
mientras que Shia LaBeouf sobresale a través de gestos y miradas llenas de
tensión y deseo, siendo uno de los mejores papeles de su carrera.
Mención
especial para la interpretación de Uma
Thurman
, con un diálogo brillante, divertido, mordaz y sorprendente, sobre
todo por la situación tan dura en la que se ve sumergido el propio personaje. Su aparición ocupa pocos minutos del metraje, pero deja huella en la historia y en la mirada del espectador.

Durante
las casi dos horas,
el guión se
desenvuelve en un constante juego moral con diálogos cargados de dobles
sentidos.
El director deja frases
sumamente memorables en un relato en el que, como es natural en el trabajo del
director danés, los diálogos resultan totalmente sofisticados e intelectuales,
con paralelismos constantes con la pesca, las teorías numéricas de Fibonacci, la música de Bach, ‘La caída de la Casa Usher’ de Edgar
Allan Poe, la religión o la naturaleza.
Si bien es cierto que, en ocasiones,
peque de pedantería y pierda el tono de naturalidad, la suma de pequeñas dosis
de humor satírico llega a ser muy agradecida. Un constante coloquio que cohabita con la austeridad de los decorados,
que apuntan a la miseria, no sólo física, sino también del alma.  
A
pesar de venderse como una película con contenido pornográfico, apenas hay
escenas de sexo explícito,
pero sí abundantes desnudos parciales. Por encima de
todo, es un drama, una narración que invita a elevar al espectador a un plano
de significación más profundo. Se dan situaciones extremas, pero en ningún caso
parece inverosímil ni mucho menos escandaloso. 
El
ritmo del montaje fluye a la perfección, afilado, bien estructurado e
imaginativo, sobre todo al dividirse en varios episodios aparentemente
autónomos, pero que van hilando la trama. Un recurso que parece ser ya algo
común en los trabajos del cineasta.
Impecable, también, el trabajo de
cámara, con una estética visual rigurosamente cuidada a cargo de Manuel Alberto
Cano, director de fotografía del filme.

Una brillante labor que se ve, en ocasiones, ensombrecida por ciertos cortes
que delatan la falta de esas escenas censuradas. Resulta triste que la cinta haya tenido que ser mutilada en
dos volúmenes, en una edición en la que se ha suprimido prácticamente una hora
del metraje original, para poder realizar su distribución, a pesar de no contar
con el beneplácito del autor, aunque sí de su autorización.
Sin embargo, esta
primera parte mantiene una total coherencia de principio a fin.
Lars von Trier despierta en el
espectador la necesidad de continuar con la historia, de
saber qué le ocurre a Joe.
Con un pequeño avance entre créditos, la segunda
parte promete mayor dureza que esta simple introducción al mundo interior de una ninfómana.

Original, arriesgada e intelectual, ‘Nymphomaniac: parte 1’ queda a la espera de su continuación, que se
estrenará en cines el próximo 24 de enero.
Sólo entonces, el público podrá
tener entre sus manos el nuevo trabajo al completo del director danés. No hay
reinvenciones ni escándalos. El séptimo arte simplemente puede ser atrevido.