EXTRA!
La imagen de Estrella Morente atravesando serena el pasillo central del patio de butacas del Teatro Real, mientras abría su actuación anoche en Madrid con el ‘Pregón de las Moras’, no será fácil de olvidar. La artista granadina impresiona, desde el primer segundo, con su elegancia innata y la honestidad que desprende su voz. Una dimensión desconocida en la que sumergió a los afortunados que disfrutaron de un concierto en el que la artista demostró cuánto le pesan los genes, tras seis años de silencio marcados por la muerte de su padre, hace ya dos, el maestro y leyenda del flamenco Enrique Morente.
La cantaora deslumbra cuando se coloca delante del micrófono y acaricia al espectador con los temas de su último trabajo, ‘Autorretrato’, donde destacan composiciones propias como el homenaje a la familia Flores que supone ‘A Lola’ y una versión de ‘La Estrella’, canción que Enrique, productor del disco, dedicó a su hija al nacer.
El Real vivió una primera parte en la que una tela burdeos sirvió para ocultar el escenario y entregar el alma de la cantaora al público en el que supuso el pedazo más íntimo de la actuación, algo que cambió cuando, pasados los tres primeros cuartos de hora, subió el telón y Estrella continuó su viaje musical ya acompañada de coristas, percusionistas, guitarra y contrabajo. Un cóctel que derivó en pura magia en una noche en la que, sin embargo, faltó más implicación por parte del público, más frío que en otras actuaciones de la andaluza.
Nadie puede dudar del talento natural con el que cuenta Estrella, que lo mismo se acerca con una gran sonrisa a los ritmos caribeños que se desgarra frente al público con unas ‘Seguirillas de la verdad’ que respiran una intensidad difícil de explicar.
Desnuda en escena, encandila con su sentimiento y aflicción, ya sea acompañada de la guitarra de José Carbonell (Montoyita) o arropada por su equipo en el desenlace de la cita. A pesar de que echamos de menos esa joya titulada ‘Volver’, la de anoche fue una velada inolvidable en la que la cantaora flamenca brilló con luz propia una vez más. Hora y media durante la que el Teatro Real conoció la grandeza del legado morentiano.
A la salida, alguien comentaba que la artista se parece cada vez más a su padre. La iluminación del Palacio Real subrayaba las sonrisas de los que acababan de vivir una actuación memorable mientras que en el cielo oscuro una estrella brillaba. Hay noches que no se olvidan.