EXTRA!
Están dentro de ti, acosándote cuando menos te lo esperas,
inmovilizándote contra el suelo cuando brotan como si fuese la primera vez que los
sientes. Los recuerdos se ponen frente a ti y te cuestionan, sin pedir permiso para entrar en tu cabeza, rasgándote el corazón con dolor o delicadeza.
El tiempo y la mochila se va llenando de tesoros y pesadumbres que a
unos derriba y a otros sirve para tomar impulso.
La actriz Elena Lombao se inspira en la pintora mexicana
Frida Kahlo para meterse en la piel de Sufrida Calo, una mujer con acento
gallego nacida en Ponferrada, coja y amiga del estramonio que, después de triunfar
en el Café Berlín de la capital, protagoniza cada miércoles a las 20.15 h. en
el Teatro Lara un monólogo de una hora en el que la carcajada y la pena mecen
al espectador en un equilibrio perfecto donde hay tiempo para las rancheras más
mordaces.
Frida Kahlo para meterse en la piel de Sufrida Calo, una mujer con acento
gallego nacida en Ponferrada, coja y amiga del estramonio que, después de triunfar
en el Café Berlín de la capital, protagoniza cada miércoles a las 20.15 h. en
el Teatro Lara un monólogo de una hora en el que la carcajada y la pena mecen
al espectador en un equilibrio perfecto donde hay tiempo para las rancheras más
mordaces.
La sala off del espacio cultural madrileño sirven a Lombao
para desplegar su talento multidisciplinar en un ejercicio interpretativo de
considerable esfuerzo físico en el que se sirve de la postura corporal, su voz
y la iluminación para encarnar a una serie de personajes a los que alude la
protagonista sin perder un ápice de naturalidad. Valiéndose del humor negro y
la falta de sentido del ridículo, Sufrida le muge a dios, reprende al amor
hiriente y se desahoga en la barra de un bar donde llora sus penas.
para desplegar su talento multidisciplinar en un ejercicio interpretativo de
considerable esfuerzo físico en el que se sirve de la postura corporal, su voz
y la iluminación para encarnar a una serie de personajes a los que alude la
protagonista sin perder un ápice de naturalidad. Valiéndose del humor negro y
la falta de sentido del ridículo, Sufrida le muge a dios, reprende al amor
hiriente y se desahoga en la barra de un bar donde llora sus penas.
Una escenografía tan simple como efectiva sirve para dar vía
libre a la energía, pasión, talento y amor por la vida de una mujer de
personalidad arrebatadora que refleja sobre las tablas, sin perder del todo la
sonrisa, el sufrimiento con el que ha tenido que convivir desde que en su
infancia alguien la señalara como diferente. Y de esa distinción nacen sus
cicatrices y obsesiones hasta lograr una cicatrización que llega cuando la
propia actriz se despide del espectador a la salida del teatro.
libre a la energía, pasión, talento y amor por la vida de una mujer de
personalidad arrebatadora que refleja sobre las tablas, sin perder del todo la
sonrisa, el sufrimiento con el que ha tenido que convivir desde que en su
infancia alguien la señalara como diferente. Y de esa distinción nacen sus
cicatrices y obsesiones hasta lograr una cicatrización que llega cuando la
propia actriz se despide del espectador a la salida del teatro.
La suave amargura del texto acaricia a todo aquel que alguna
vez se sintió arrinconado, una sensación que en muchas ocasiones deriva en complejos,
como si el tiempo no corriera, o la mente al menos. Elena Lombao entrega una
interpretación soberbia en un papel con el que se apasiona, expresando los
demonios de toda una vida y derrochando un talento incuestionable.
vez se sintió arrinconado, una sensación que en muchas ocasiones deriva en complejos,
como si el tiempo no corriera, o la mente al menos. Elena Lombao entrega una
interpretación soberbia en un papel con el que se apasiona, expresando los
demonios de toda una vida y derrochando un talento incuestionable.
Unos paneles que sirven para reflexionar sobre el tamaño y la
bondad del corazón humano, un par de sillas, una lamparita y una guitarra
cómplice ponen en pie una función que la propia actriz dirige junto al artista
nominado a los Grammy Latinos Borja Echeverría. El paso del tiempo va dejando
las huellas de su paso mientras las flores se marchitan. Todas menos las que decoran
el pelo recogido de una adorable Sufrida.
bondad del corazón humano, un par de sillas, una lamparita y una guitarra
cómplice ponen en pie una función que la propia actriz dirige junto al artista
nominado a los Grammy Latinos Borja Echeverría. El paso del tiempo va dejando
las huellas de su paso mientras las flores se marchitan. Todas menos las que decoran
el pelo recogido de una adorable Sufrida.