EXTRA!

Con una clara influencia de los gags de grandes cómicos
cinematográficos de principios del siglo XX, como Charles Chaplin,
Buster Keaton o los hermanos Marx, la compañía 300 Pistolas presenta su fiel versión del clásico de Miguel Mihura, ‘Tres sombreros de copa’. Entre tinieblas, mujeres barbudas, misteriosos magos,
rudos personajes circenses y bailarinas de todo tipo, Nave 73 acoge este espectáculo humorístico.
El montaje arranca presentando a un grupo de actores cuando entran por primera vez en un teatro y se disponen a comenzar la función, aunque les
falta media compañía, de modo que tendrán que
apañárselas como puedan.
falta media compañía, de modo que tendrán que
apañárselas como puedan.
A partir de ese momento, el espectador se adentra en la obra del reconocido
autor cómico, que se sucede a un ritmo trepidante, en este caso, entre cinco sombreros de copa, compuestos por Álvaro
Morte, que se mete en la piel de Dionisio, joven en la víspera de su
casamiento cuya vida cambiará en una sola noche; Sara Gómez, que
representa el papel de Paula, una guapa bailarina enamoradiza; Esteban
Jiménez, que interpreta al exótico dueño del hotel, Don Rosario,
y al irascible novio de Paula, Buby; Ana Hastings, otra de
las bailarinas en la obra, además de un especial y chaplinesco Don Sacramento;
y Carlos de Austria, un misterioso y adinerado
pretendiente de Paula.
autor cómico, que se sucede a un ritmo trepidante, en este caso, entre cinco sombreros de copa, compuestos por Álvaro
Morte, que se mete en la piel de Dionisio, joven en la víspera de su
casamiento cuya vida cambiará en una sola noche; Sara Gómez, que
representa el papel de Paula, una guapa bailarina enamoradiza; Esteban
Jiménez, que interpreta al exótico dueño del hotel, Don Rosario,
y al irascible novio de Paula, Buby; Ana Hastings, otra de
las bailarinas en la obra, además de un especial y chaplinesco Don Sacramento;
y Carlos de Austria, un misterioso y adinerado
pretendiente de Paula.
Destacan el vestuario y la escenografía de vodevil y de
music hall que inundan la obra, dándole un tono propio que conecta perfectamente
con el espíritu del original. Tocados orientales, antiguos gramófonos,
farolillos de color rojo… todo ocupa su lugar exacto en la producción para crear una
atmósfera única. Mención especial se merecen también la coreografía y el movimiento
escénico, pues todos los gestos y pasos de los personajes están cuidadosamente
preparados para hacer reír al público.
music hall que inundan la obra, dándole un tono propio que conecta perfectamente
con el espíritu del original. Tocados orientales, antiguos gramófonos,
farolillos de color rojo… todo ocupa su lugar exacto en la producción para crear una
atmósfera única. Mención especial se merecen también la coreografía y el movimiento
escénico, pues todos los gestos y pasos de los personajes están cuidadosamente
preparados para hacer reír al público.
La esencia, en definitiva, es la misma del original, la que recuerda que todos estamos formados por dos mitades: una que anhela una vida
convencional, cómoda y previsible, y otra con ansias de libertad, de
aventuras, de nuevas experiencias. Y a todos nos llega el momento en el que
debemos decantarnos por una u otra. Quizá ser escritor es la única forma
de cohesionar esos dos mundos, quizá eso mismo fue lo que pensó Mihura.
convencional, cómoda y previsible, y otra con ansias de libertad, de
aventuras, de nuevas experiencias. Y a todos nos llega el momento en el que
debemos decantarnos por una u otra. Quizá ser escritor es la única forma
de cohesionar esos dos mundos, quizá eso mismo fue lo que pensó Mihura.