EXTRA!
Gigi en Chamberí



Tiene nombre de la chica más elegante de la facultad, y lo
cierto es que la comparación le viene como anillo al dedo. Porque, si bien es cierto que
en la zona de Chamberí proliferan los restaurantes de todos los precios y
estilos, pocos le pueden plantar cara a un local que desde su fachada recuerda que, a menudo, las primeras impresiones no engañan. En el número 13 de
la calle Luchana, a pocos pasos de la boca de Metro Bilbao, se encuentra un rincón
con aires parisinos que ofrece una cocina ecléctica, sabrosa y original. ¡Bienvenidos
a Gigi!


Entre sofás de terciopelo rosas y azules, un espacio coqueto
con toques franceses embelesa a un comensal que se siente en medio de una casa decorada
con mucho gusto en la que abundan las vigas de madera, los grandes espejos en
paredes de ladrillo y las flores que decoran cada mesa. Cuando uno tiene la tranquilidad suficiente como para disfrutar de una conversación
con sus acompañantes, el local tiene mucho ganado. La dueña del restaurante, Pilar Menéndez, tiene mucho que ver en la espectacular puesta en escena de un sitio al que considera su propio reflejo.


Gigi abrió sus puertas en mayo de 2016 y hoy presume de servir la que ellos definen
como la mejor tarta de queso de la ciudad. Los ingredientes de temporada y de
proximidad son una máxima en una carta repleta de platos sencillo
. Toda su carne se adquiere en La Finca, una establecimiento cercano que cuenta con ganadería propia en la sierra de Madrid, mientras que las frutas se las compran a Manolo, el frutero del barrio. Producto de kilómetro cero, vaya…
Susana Sánchez, a los fogones, se encarga de que cada receta salga perfecta de la cocina.


Tras decidir si se prefiere estar junto a los grandes ventanales que impregnan de luz natural el interior, frente a la barra o en la zona más
íntima, situada al fondo,
toca elegir en una carta escueta pero que presenta opciones
para todos los gustos. Las croquetas Gigi, Súper Caseras y Deliciosas son uno
de los entrantes más solicitados, así como la tortilla ‘Si reinventas un
clásico es para mejorarlo’
. Del huerto hay que caer en las redes de una burrata
fresquísima que llega a la mesa con cherrys dulces y piñones, aunque la
ensalada de codorniz y la de salmón tentarán a los más foodies

Los platos de Gigi

Después, el dilema clásico: ¿carne o pescado? Sin
olvidarnos del falso risotto con delicias negras del bosque y del papardelle
Gigi,
que te harán volar a Italia sin moverte del sitio. Desde la misma cocina nos chivan que el tataki de lomo de vaca con crema de
remolacha
y la carrillera ibérica thai (te costará no mojar pan en su salsa)
son platos de matrícula de honor. Del mar apetece (y mucho) el jugoso pulpo estilo japo, el atún cajún (potente
sabor a partir de la combinación de especias) y un estofado de garbanzos que
te hará sentir en la casa de tus abuelos si cierras los ojos durante unos segundos.
Los golosos querrán redimirse con algún helado, paladeando
la mencionada tarta de queso, probando el brownie o compartiendo un
sorprendente sorbete de cactus (así, como lo lees). Para alegría de los celiacos, todas las
recetas dulces puedan prepararse sin gluten.
Algo
más de una decena de referencias conforman una carta líquida en la que sobresale el D.O. Rioja Viña Eizaga, un reserva de los que quitan el sentido.

Con un ticket medio de 35 euros por persona, muchos son los
que apuestan por su menú diario (primero, segundo y postre) a 19,50 euros (de
martes a viernes de 13.00 a 17.00 h.),
con platos habituales de la carta,
o por un menú degustación que se cobra a 28 euros e incluye dos entrantes, dos
principales y la famosa tarta de queso, además de bebida y café.

Su amplio horario (de martes a viernes de 13.00 a 17.00 h.
y de 20.00 a 00.00 h.; viernes hasta las 02.00 h.; sábados de 13.00 a 02.00 h.;
domingos y festivos de 13.00 a 18.00 h.) lo convierten en una opción a tener en cuenta para impresionar a aquellas visitas, compañeros de trabajo y seres queridos. Y si tras los bocados alguien quiere apostar por una primera copa, los Gin Tonics, los Mojitos y las Caipirinhas esperan su momento. A
esto debía ser a lo que muchos llamaban
la vie
en rose…