EXTRA! 



Partimos de la idea de que la guerra es el dominio de la
pasión sobre la razón… y de ahí a la locura colectiva.
Con este telón de fondo arranca
la adaptación del texto clásico del premio Nobel de literatura William Golding, ‘El señor de las moscas’, que La Joven Compañía vuelve a poner sobre las tablas
del Teatro Conde Duque, espacio habitual de los montajes de una
formación que está dando mucho que hablar en los últimos años.


Los niños de una región inglesa son evacuados en avión hasta
que uno de los aparatos sufre un accidente y cae el mar, cerca de una isla
desierta. Los supervivientes logran ponerse a salvo y no tardan en comprender
que para sobrevivir es necesario organizarse. El orden no tardará en dar paso a
la sinrazón cuando el miedo y la violencia se impongan a las reglas y la
humanidad.

José Luis Arellano dirige una fascinante versión escrita por
José Luis Collado que arranca con unas proyecciones sobre una enorme tela que
sitúan al espectador hasta descubrir una cruda escenografía en la que destacan lianas
y una serie de sobrias plataformas metálicas de diferentes alturas sobre la
arena que pisa un reparto de brillantes actores
entre los que sobresalen Álvaro
Quintana
como el razonable Ralph, Jesús Lavi como el inteligente Piggy y Samy
Khalil
como el impulsivo Jack. Empeñados en acabar con los peligros que les rodean,
los personajes se olvidan de que la verdadera bestia se encuentra dentro de sí
mismos.



El montaje realiza una profunda reflexión sobre
el ser humano, cuestionando su bondad e inocencia, sin llegar a derivar en una
lección moral en su desenlace, algo que habría hecho que el texto perdiera
credibilidad. La intensidad
de la producción va aumentando con momentos de gran goce dramático, como el
diálogo central con la cabeza de cerdo por parte de un espléndido Víctor de la
Fuente
y una persecución taquicárdica protagonizada por Álvaro Quintana antes
de que llegue la calma.

Durante 90 minutos, el público reflexiona sobre el
comportamiento del prójimo en situaciones límite a partir un grupo de niños
que se apropian de una serie de diálogos más propios de adultos que de
personas de corta edad. La obra,
que podrá verse hasta el próximo 28 de noviembre, mantiene en tensión a un
espectador que una vez abandone su butaca podrá presumir de haber
disfrutado de uno de los montajes más impactantes y compactos de la actual
temporada teatral de la capital.
No hay que perder de vista la trayectoria de
unos actores cuya juventud es más una fortuna que un riesgo.
La confrontación entre el sentido común y la barbarie esconde
una lucha de poderes que nos sitúa frente al lado salvaje
que todos llevamos dentro. Si George Orwell reflejaba la tiranía valiéndose de
los animales en ‘Rebelión en la granja’, en ‘El señor de las moscas’ Golding
hace lo propio utilizando a esos niños que el día de mañana deberían estar más
cerca de los libros y la serenidad que de los gritos y el espanto.