EXTRA!



Podemos definir la libertad como lo contrario de las
manipulaciones, la ocasión afilada de elegir sin evitar el continuo riesgo del
error.
Son muchos los intentos que el mundo ha hecho por tratar de explicar el hecho
sorprendente de que la Alemania de los años 30 se pusiera al servicio de unos asesinos
en serie. De la manipulación y el silencio culpable que permitió aquella
barbarie habla ‘La ola’, pieza teatral dirigida por Marc Montserrat que, tras
representarse hace dos años en el Lliure de Barcelona, se puede ver hasta el próximo 22 de marzo en el madrileño
Teatro Valle-Inclán.


El profesor de un instituto californiano, Ron Jones, trata de
enseñar a sus alumnos de historia cómo pudo llevarse a cabo un régimen totalitario
como el del nazismo. Para ello lleva a cabo un experimento basado en la
disciplina y el sentimiento de comunidad que se le acaba yendo de las manos
. 
Lo que comienza siendo un proyecto con el profesor más
carismático del curso se
acaba convirtiendo en un simulacro de totalitarismo disfrazado de idealismo que poco tiene de juego para los jóvenes.

El montaje, basado en hechos reales, nació cuando Montserrat
contactó con Ron Jones y dos de los estudiantes que participaron en el
experimento, Philip Neel y Mark Hancok. Aunque la película dirigida por Dennis
Gansel
goza de gran popularidad, el texto de Ignacio García May se apoya en un
artículo de 15 páginas en el que se cuentan los sucesos durante una semana de
experimento.


El escenario del Valle-Inclán se transforma en un aula que
ocupa las primeras filas del patio de butacas, situando a los espectadores a pocos
metros de la clase en la que sucede toda la representación.
Ambos lados del
escenario se completan con las taquillas de los alumnos, por donde entran y salen
los actores en varias ocasiones. Cuando se impone aquello del poder de la
disciplina, la comunidad y la acción desaparecen los pósteres de Malcolm X y
James Brown para llenarse de la simbología de ‘La Tercera Ola’, con un logo
mejorable y un trabajo gestual de excepción por parte de todo el elenco.

Destacan David Carrillo (Doug) y Carolina Herrera (Wendy) en
los papeles más estereotipados de la trama, a los que el público más cariño
coge. Brillantes los trabajos de un soberbio Javier Ballesteros en la piel del
inteligente Robert y de Alba Ribas, que pasa de ser la mejor de la clase a la compañera
de la que todos desconfían.
Correctos también Jimmy Castro (Norman), Ignacio
Jiménez
(Steve) y Helena Lanza (Aline), a los que lidera Xavi Mira, espléndido en el
papel de maestro.

El montaje se divide en dos partes de 80 y 50 minutos, con un
intermedio de un cuarto de hora que llega cuando el experimento ya está
en marcha y el público empieza a temerse el desenlace. A pesar de lo
precipitado que resulta el final, la producción rebosa calidad mientras
reflexiona sobre el desprecio al diferente, algo que no viene mal en tiempos de
resurgimiento de movimientos fascistas en Europa.