EXTRA!



Si bien las pinceladas sueltas,
los colores luminosos y los paisajes cotidianos del impresionismo
tuvieron su cuna en Francia a finales del siglo XIX, sus principios fueron
universales y traspasaron fronteras, atrayendo también a jóvenes pintores
americanos. 
El Museo Thyssen propone un diálogo entre las interpretaciones de este movimiento
pictórico, a uno y otro lado del océano Atlántic
o, en la exposición ‘Impresionismo americano’, que el público puede visitar hasta el próximo 1 de febrero.

Las 80 obras de las que consta la
colección llegan a Madrid tras haber sido expuestas en las salas del Museo
de los Impresionistas de Giverny y en la Galería Nacional de Edimburgo.
 La muestra llega a la capital de la mano de la comisaria Katherine M. Bourguignon, experta en arte francés y americano de finales del siglo XIX y
principios del siglo XX, además de conservadora de la Terra Foundation for American Art.
La exposición se divide en tres etapas: la de los pintores que se marcharon a tierras francesas en busca de la esencia de este nuevo modo de
entender la pintura; la de los artistas que acudieron a Fontainebleau y Giverny
a finales de la década de 1880 y, por último, la de quienes asimilando los
principios impresionistas regresaron a Norteamérica para trasladarlos a sus
propios motivos.
Una de las primeras americanas
que entendió la importancia del movimiento fue Mary Cassatt, una de las
pocas mujeres de esta corriente, junto a la francesa Berthe Morisot, y la única
estadounidense a la que se permitió exponer junto al grupo original. De su cosecha sobresalen los retratos de niños y damas de la alta sociedad, reflejando los
momentos de ocio de la nueva burguesía. 
También John Singer Sargent
fue uno de los primeros en acercarse al movimiento, llegando a realizar
retratos
de
Claude Monet, referente impresionista por excelencia.

De la segunda etapa destacan Childe
Hassam
, William Merritt Chase, Theodore RobinsonJohn Leslie Breck, que se trasladaron
a Giverny junto al maestro Monet, captando la atmósfera de los
paisajes naturales y sus cambios con las diferentes luces del día.
Fueron estos mismos autores quienes, a su regreso a Estados Unidos, trasladaron la
impresión del instante a sus propios paisajes urbanos
.


Allí también nació otro
icono del movimiento,
James McNeill Whistler, que realizó e
inspiró paisajes místicos de tonos más tenues
, destacando la influencia
del japonismo, también presente en sus pinturas. Así, el impresionismo
adquirió su reconocimiento en América y diversos pintores continuaron el movimiento a mucha distancia del lugar en el que surgió.
Símbolo de esta unión y del
recorrido de tal corriente pictórica podemos considerar la obra ‘En el huerto’, de Edmund
Tarbell, cuyo paisaje fue pintado en Francia, sin ser hasta su
regreso a Estados Unidos cuando se incorporasen las figuras de
familiares y amigos.
La reflexión surgida tras disfrutar de la
exposición es que el impresionismo sigue tan vigente en la actualidad como a finales
del siglo XIX. Todavía queremos atrapar ese instante fugaz que se escapa entre las
manos, todavía queremos retener en nuestra retina ese recuerdo borroso que es
la vida.
Tampoco podemos olvidar que, a nivel pictórico, este movimiento fue el
gran cambio que lo transformó todo, considerándose la primera gran vanguardia que marcó el
inicio de la modernidad.