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La
decimoctava edición del festival internacional de fotografía y artes visuales PhotoEspaña focaliza en el talento latinoamericano, presentando en distintos espacios de la capital el trabajo de los autores más
relevantes y prolíficos de la región. El certamen plantea un recorrido por diferentes
lugares, tiempos y perspectivas que aportan al visitante una visión global y
personificada acerca de la cultura iberoamericana a través de
 artistas como Luis GonzálezTina Modotti o Korda.

Una de las figuras
que forma parte de este trayecto es Lola Álvarez Bravo, considerada como una
de las protagonistas del renacimiento artístico de México tras la revolución.
La Sala Picasso del Círculo de Bellas Artes acoge una retrospectiva que va desde la fotografía comercial hasta el
retrato social que la terminó consagrando como la primera fotógrafa profesional
mexicana.
La artista aprendió el oficio en los años 20 gracias a una cámara de segunda mano que
heredó de la famosa fotógrafa italiana Tina Modotti, tras lo que desarrolló una mirada propia. Influenciada por el realismo
de fotógrafos como Edward Weston o Henri Cartier Bresson, Álvarez Bravo retrató la situación
del México de la época capturando entornos rurales y provinciales alejados de los cánones establecidos.
Gran parte
de la muestra expuesta en el centro de Madrid recoge instantáneas de trabajadores y situaciones cotidianas.
Haciendo especial hincapié en la representación de la mujer y sus
costumbres, la fotógrafa retrata los sectores más discriminados de la sociedad y los sitúa
en una posición privilegiada
, convirtiendo su rutina en la más bella de las
contemplaciones.

Trabajó para
publicaciones ilustradas y para el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura sin olvidar el carácter cotidiano y espontáneo de sus fotografías. El blanco y
negro, nostálgico y penetrante, realza con espléndida magnitud la trascendencia de su obra.
Octavio Paz, Cartier Bresson, Marion Greenwood o
su amiga y pintora Frida Kahlo son algunas de las personalidades fotografiadas por la autora que cobran protagonismo en la exposición.
En un ámbito
más técnico y esclarecedor del manejo de la materia, la artista mexicana
realizó fotomontajes para revistas en los que logró
plasmar las estrategias compositoras que aprendió del trabajo de los
muralistas 
superponiendo imágenes. Jugando así con la perspectiva, la mexicana lograba ampliar y empequeñecer los
elementos de la imagen a su antojo, convirtiendo la fotografía en un inevitable
objeto de misterio.
El trabajo de Lola Álvarez
Bravo
protagoniza una exposición compuesta por 240 imágenes tan cercana como sobrecogedora en la que se juega con las estructuras compositivas, moldeando el espacio y revelándose como una humanista hasta recoger en sus instantáneas el sentimiento de una época. Acercando al
visitante a un México insólito, la retrospectiva ofrece una realidad inusitada en
la que la belleza se esconde en los pequeños detalles.