EXTRA!
‘Era lunes y como todos los lunes
el alma me pesaba ahí mismo, abajo del saquito de los cojones’. Así se presenta el protagonista de la obra ‘La flaqueza del bolchevique’, adaptación
teatral de la famosa novela escrita por el escritor madrileño Lorenzo Silva. Un hombre de mediana edad, malhablado, canalla y cínico, sumergido en el tedio de la cotidianidad, da un giro a su vida gris tras un accidente de coche en un atasco
matutino.
El montaje regresa al Teatro Lara tras el enorme éxito cosechado durante el año pasado. Y, como no
podía ser de otra manera, los lunes es el día elegido para que se suba a las tablas, del 11 de enero al 29 de febrero, dentro de la interesante programación de la sala off del teatro. Con texto de
David Álvarez y codirección junto al actor protagonista de la obra, Adolfo Fernández, el libro de 1997 toma forma física, con plena vigencia en su
crítica a la sociedad y en su modo de plasmar la naturaleza humana.
podía ser de otra manera, los lunes es el día elegido para que se suba a las tablas, del 11 de enero al 29 de febrero, dentro de la interesante programación de la sala off del teatro. Con texto de
David Álvarez y codirección junto al actor protagonista de la obra, Adolfo Fernández, el libro de 1997 toma forma física, con plena vigencia en su
crítica a la sociedad y en su modo de plasmar la naturaleza humana.
La obra da comienzo. Un hombre de
mediana edad aparece entre unos cubos blancos. En la siguiente media hora,
Fernández sostiene con maestría todo el peso de la pieza,
despotricando de la sociedad, del trabajo dividido entre ‘budas, eventuales de
mierda y soplapollas’ y de la propia naturaleza humana, al mismo tiempo que traza un retrato de sí mismo. Hasta que aparece en
su vida Rosana, una joven inocente, aunque madura, encarnada por una dulce
Susana Abaitua a la que el protagonista asocia a una fotografía que lleva siempre en su cartera: la de la gran duquesa Olga, hija del último zar de Rusia, Nicolás II, a la que imagina una imposible historia de amor con el bolchevique
encargado de acabar con su vida. La historia apunta a
la tragedia desde este instante, con el ‘Hurt’ de
Johnny Cash anticipando el dolor que se cierne sobre los protagonistas.
mediana edad aparece entre unos cubos blancos. En la siguiente media hora,
Fernández sostiene con maestría todo el peso de la pieza,
despotricando de la sociedad, del trabajo dividido entre ‘budas, eventuales de
mierda y soplapollas’ y de la propia naturaleza humana, al mismo tiempo que traza un retrato de sí mismo. Hasta que aparece en
su vida Rosana, una joven inocente, aunque madura, encarnada por una dulce
Susana Abaitua a la que el protagonista asocia a una fotografía que lleva siempre en su cartera: la de la gran duquesa Olga, hija del último zar de Rusia, Nicolás II, a la que imagina una imposible historia de amor con el bolchevique
encargado de acabar con su vida. La historia apunta a
la tragedia desde este instante, con el ‘Hurt’ de
Johnny Cash anticipando el dolor que se cierne sobre los protagonistas.
Destaca un elegante y
minimalista diseño de escenografía del artista plástico José Ibarrola, que capta la esencia del guion
y plantea una atmósfera perfecta representada únicamente por medio de tres
cubos blancos que sitúan los diferentes espacios. Esta atmósfera
alcanza su culmen en el momento en el que Adolfo Fernández se pregunta si el
objeto de deseo es una realidad o una simple fantasía vislumbrada en una
pantalla.
El espectador se encontraría frente a una obra cómica si no fuera por el carácter inquietante que va adquiriendo a medida que se complican las argucias del protagonista de una novela que llegó a ser finalista del Premio Nadal. Con vocación de drama romántico frustrado, el público disfruta de una impecable adaptación con diálogos y monólogos ácidos que se clavan en la conciencia a través de un hombre a priori deleznable que no consigue redimirse
a tiempo.
Una historia de amor entre dos personajes que no encajan en sus
respectivas vidas, siendo ese distanciamiento con su entorno lo único que les une. Tras su estreno en la Feria Internacional de Teatro y Danza de Huesca, el montaje en el que el lobo también se convierte en víctima se instala en Madrid durante las próximas semanas ofreciendo una obra necesaria que no dejará indiferente a nadie.
minimalista diseño de escenografía del artista plástico José Ibarrola, que capta la esencia del guion
y plantea una atmósfera perfecta representada únicamente por medio de tres
cubos blancos que sitúan los diferentes espacios. Esta atmósfera
alcanza su culmen en el momento en el que Adolfo Fernández se pregunta si el
objeto de deseo es una realidad o una simple fantasía vislumbrada en una
pantalla.
El espectador se encontraría frente a una obra cómica si no fuera por el carácter inquietante que va adquiriendo a medida que se complican las argucias del protagonista de una novela que llegó a ser finalista del Premio Nadal. Con vocación de drama romántico frustrado, el público disfruta de una impecable adaptación con diálogos y monólogos ácidos que se clavan en la conciencia a través de un hombre a priori deleznable que no consigue redimirse
a tiempo.
Una historia de amor entre dos personajes que no encajan en sus
respectivas vidas, siendo ese distanciamiento con su entorno lo único que les une. Tras su estreno en la Feria Internacional de Teatro y Danza de Huesca, el montaje en el que el lobo también se convierte en víctima se instala en Madrid durante las próximas semanas ofreciendo una obra necesaria que no dejará indiferente a nadie.