EXTRA!
Gran Vía peatonal

Madrid es de por sí una ciudad llena de obras. Los teatros del centro de la capital son pista
de aterrizaje habitual de grandes producciones que triunfan en Broadway y el germen de
montajes que después giran por todo el país. Pero el núcleo urbano también
está siendo tomado por otro tipo de obras que la van a transformar desde
sus cimientos.
Se trata de un punto de inflexión que conducirá a una metrópoli menos
contaminada y más peatonal, siendo una transición rodeada de polémica y
amenazada por trabas políticas y económicas. De lo que no cabe duda es de que estamos ante un cambio
que nos pondrá frente a un futuro en el que nadie cuestionará que
se tomase la decisión de transformar las calles. No hace falta más que ver el Madrid de asfalto del que venimos para hacernos una idea de adónde
vamos.


La controversia
ha envuelto durante meses la transformación de una Gran Vía que ya presume de aceras más anchas, bancos y nuevos pasos de cebra, aunque su nueva cara esté
aún alejada de un modelo sin coches que algún día llegará. Sin embargo,
la metamorfosis previa de rúas como Preciados
o la Puerta del Sol, así como la peatonalización del Parque del Retiro, nos permite soñar. Por cierto: Madrid no es ni mucho menos la única gran urbe que
apuesta por limitar el tráfico.

Más
allá de las mejoras de la Gran Vía, otros puntos centrales también
abogan por la ampliación de espacios para el viandante. La calle Atocha se ha vuelto más accesible con la disminución de carriles, la plaza de Canalejas se enfrenta a una pequeña metamorfosis y Carretas logra – por fin – convertirse en un eje peatonal más que desemboca en el kilómetro cero. La gran transformación de Plaza de España, con un nuevo gran corredor verde entre
el Palacio Real y el Parque del Oeste, donde se asienta el mítico Templo de
Debod
, supone un punto más de amabilización de la ciudad.


Además,
otras seis plazas ‘traseras’ de Gran Vía van a recibir un lavado
de cara: la de la Luna (epicentro de la galaxia friki de Madrid),
Mostenses, Pedro Zerolo, Santo Domingo, San Martín (Las Descalzas) y El Carmen.
Todas ellas ganarán en mobiliario urbano y vegetación, convirtiéndolas en
entornos urbanos más acogedores. Otras vías y plazas de barrios están siendo remozadas para que los vecinos tengan más espacio en sus
calles.

A un lado van quedando aquellos que aún enarbolan el derecho a contaminar  el aire que todos respiramos. Los datos son claros: un estudio de la Asociación de Empresas Gestoras de Transportes Colectivos
Urbanos (ATUC)
recoge que el tráfico rodado es el causante del
70% de las emisiones de dióxido de nitrógeno (NO2) en las ciudades,
 mientras que un autobús evita la contaminación de 50 coches y un metro elimina
el humo de 400 vehículos. Si esto lo multiplicamos por los 1.903 autobuses
de que dispone el Consorcio Regional de Transportes de Madrid (CRTM), los 1.400 trenes
de Cercanías y los 2.232 coches de Metro de Madrid, está claro por qué
hay que apostar por un modelo de transporte público. No es sólo una inversión
en movilidad eficiente, sino sobre todo en salud.

La mejora de Metro es clave. La red sufre numerosos achaques que los
intermitentes cierres veraniegos apenas pueden paliar. Las recientes inversiones de la Comunidad se centran en la mejora de
33 estaciones y, dentro del Plan de Accesibilidad, en la instalación de
ascensores y escaleras en otras 32 paradas. Las obras de acondicionamiento de las estaciones de Gran Vía o Sevilla son las que más eco mediático
tienen, por estar en el centro de la ciudad. Sin embargo, son
constantes las denuncias de falta de personal para poder dar a los
usuarios el servicio que se precisa ante la enorme demanda. La
contratación de maquinistas y adquisición de nuevos trenes se vuelven requisitos más necesarios que nunca.

Las
próximas inyecciones económicas en Metro de Madrid van destinadas a la futura megaampliación de la Línea 11, que se espera dure toda una
década. Esto generará una  conexión semicircular por el este de la
ciudad, siendo evidente que uno de los problemas de movilidad de la capital es la
radialidad del sistema, lo que obliga a todos los usuarios a pasar por el centro en un viaje que a menudo es mucho más directo
y rápido en coche entre dos puntos exteriores. La primera etapa de la futura gran Línea 11 conectará Plaza Elíptica con Conde de Casal en el año
2023, beneficiando a los vecinos de los municipios del sur de la capital. La conexión de Metrosur con la Línea 3 (para enlazar Villaverde con Getafe) sigue siendo una reivindicación prometida pendiente.

En
cuestión de Cercanías y conexiones a media y larga distancia, Atocha y Chamartín
serán próximamente fruto de grandes inversiones que transformarán las estaciones para modernizarlas y dotarlas de más capacidad. El
objetivo es que este eje ferroviario sea mejorado con vistas al 2023. Así, se pone el foco en la modificación de todo un área de la capital en el
entorno de Chamartín,
con el también polémico proyecto de Madrid Nuevo Norte, que por fin verá la luz.

La nuestra es una ciudad viva que ha de evolucionar para integrar mejor a sus barrios en el
acceso al transporte público, haciendo hueco en su corazón al peatón.
Las obras
que permiten este cambio de piel suponen, sin duda, una constante molestia para
sus residentes, pero el objetivo está claro: conseguir un modelo que nos aleje del coche
para reducir la contaminación, ganar en accesibilidad y conexiones, para permitirnos pasear y disfrutar de unas calles con menos humos. Y,
aunque queda mucho por hacer y otras tantas mentalidades por cambiar, el camino es lento pero seguro.