EXTRA!
La ilusión de la Silla de Beuchet

Por lo general
todo el mundo odia ser engañado. Pero no es menos cierto que en el mundo de las
artes los desafíos mentales despiertan una fascinación innata,
tanto en el
artista como en el espectador. Las ilusiones ópticas pueden suponer gratas
sorpresas: el mundo de la magia hace en ocasiones buen uso de ellas para
fascinar al público, los restaurantes más innovadores ofrecen trampantojos
para desafiar el paladar de sus comensales con platos que no son lo que
parecen y numerosos artistas como Dalí o Banksy han recurrido a juegos visuales en sus obras.

Existe desde
hace siglos
un indudable atractivo en los desafíos mentales y en lograr
descubrir dónde se encuentra el truco cuando intentan engatusarnos.
No es de extrañar que la propuesta museística de la que hoy os queremos hablar haya cosechado un
rápido éxito de público a pesar de que su estreno tuviese lugar en la era
del coronavirus.

El Museo de las Ilusiones inauguraba en junio de 2020 su primera sede oficial española, situada en el número 8 de la calle del
Doctor Cortezo, junto a la plaza Jacinto Benavente, a poco más de cinco
minutos a pie de la Puerta del Sol.
Se trata del local número 25 de esta consagrada marca de museos de carácter
educativo, que tiene un largo recorrido en ciudades como París, Nueva York,
Dubái o Viena, y que ya puede presumir de haberse convertido en uno de los museos más visitados del mundo, con más de 80.000 visitas desde su apertura.

La sede
madrileña del Museum of Illusions recoge las principales atracciones presentes en otras capitales
desde que la marca iniciara su andadura durante el año 2015 en Croacia. Este Museo de las Ilusiones, que ha causado auténtico furor entre jóvenes, familias y niños, despliega juegos que
desafían no sólo a la vista sino también a nuestra propia orientación espacial, volviéndolo un lugar ideal para una visita con amigos con los que comentar
cada uno de los juegos.

La mesa de los clones

La aventura se
despliega en dos plantas llenas de salas y pasillos, un espacio por el que los
visitantes pueden moverse libremente en cualquier dirección y disfrutar según
vean libre alguno de los juegos. El aforo está realmente controlado para
evitar cualquier aglomeración y el personal del museo procura que se respeten las medidas sanitarias y de seguridad,
estando también
amablemente dispuesto para tomar fotos con el propio móvil del visitante sin
coste extra.

Algunas de las
mejores atracciones suponen un efecto casi alucinógeno en el visitante, mientras que otras dejarán fascinados a los amigos en redes
sociales.
Así, los múltiples juegos de espejos, luces y sombras o cambios de
perspectiva permiten crear instantáneas únicas que llevarse a casa, mientras
que los hologramas hiperrealistas
o los elementos móviles como el túnel del vórtice alargan la visita. Algunos juguetes y cuadros con ilusiones ópticas
completan el recorrido, logrando un buen equilibrio entre los juegos con los que interactuar y aquellos en los que concentrar la mirada. Un paseo completo por las instalaciones puede
llevar alrededor de una hora, aunque no existe limitación en el tiempo de visita.

Abierto de
miércoles a viernes a partir de las 11.00 h. y los fines de semana desde las 09.30 h.,
el horario del Museo de las Ilusiones es ininterrumpido hasta las 21.00 h. No se requiere cita previa, pero la última hora de la tarde es la de mayor afluencia.
La entrada general cuesta 12 euros, pero existen muchos colectivos que pueden
adquirirla por sólo 9 (niños de 5 a 12
años, estudiantes universitarios, mayores de 65, desempleados o
personas con necesidades especiales) También existe una entrada familiar para dos adultos y dos niños por 36 euros, y se puede contactar al museo para solicitar
descuentos de grupos. Todo el recorrido cuenta con indicaciones en español e
inglés.

El Museo de las
Ilusiones
se presenta como una propuesta diferente que aporta variedad al sector del ocio madrileño y que ya está en boca de todo el mundo por las inusuales y divertidas
fotos que permite hacer, los desafíos mentales que propone y el buen sabor de
boca que deja su visita.
¿Quién no quiere dejarse seducir por sus
espejismos?