EXTRA!

El pasado 5 de diciembre de 2013 fallecía el líder sudafricano Nelson Mandela y, poco más de mes y medio después, ya podemos disfrutar de su biopic a manos del director británico
Justin Chadwick: ‘Mandela: del mito al hombre’. Una cinta que parte de su
biografía autorizada, cuyo preestreno coincidió con su fatídica muerte, la
cual, por petición de sus hijas, fue comunicada a los espectadores al finalizar
los créditos. Por ello, es inevitable pensar que la película se convierta en el especial
homenaje que el séptimo arte pueda ofrecerle.
Desde sus comienzos
como abogado de los más desfavorecidos en Johanesburgo, el largometraje retrata
cómo empezó a interesarse por conseguir liberar a su pueblo de la opresión racial
que estaba sufriendo Sudáfrica, llevándole a formar parte del Congreso Nacional Africano (CNA). A
partir de una serie de atentados, el político pasó a ser encarcelado durante 27
años. Un largo camino que le llevaría, por fin, a ser elegido, de forma
democrática, presidente de su país en 1994.
El actor británico Idris Elba realiza una sólida e
impecable interpretación del personaje, adaptando incluso su propia voz y
realizando, incluso, los mismos gestos. Resulta totalmente magnético de
principio a fin, pero con el envejecimiento del protagonista, el maquillaje se
vuelve cada vez más espeso, dejando ver una especie de muñeco de plástico más
que la figura de un líder de peso. No obstante, el trabajo realizado por Elba no se desmerece en demasía. Su
rostro jovial y desafiante se transforma poco a poco en una mirada más adulta,
de mayor profundidad y sabiduría que intenta expresar sus ideas, hacer entender
la necesidad de un pueblo y dejar ver los sentimientos que le embargan ante la
soledad que le ofrece un pequeño cubículo de una cárcel en
condiciones insufribles.
Igual de convincente es la interpretación de su compañera de reparto,
Naomie Harris, que representa a Winnie, la segunda esposa de Mandela y con
la que estuvo más años casado. Partiendo de su papel como luchadora y defensora
de su esposo, sobre todo durante su encarcelamiento, acaba
convirtiéndose en una guerrera movida por un grave resentimiento hacia sus
opresores. Aunque resulten comprensibles cada una de sus acciones, el odio
suele generar más odio, por lo que la labor de Mandela se ve
obstaculizada y sus objetivos distorsionados.
Un desfile constante de personajes secundarios va figurando durante el
transcurso de la película, todos ellos tristemente inadvertidos.
El guión no da pie a profundizar en sus historias en ningún momento, por lo que
es fácil que el espectador no consiga empatizar con la situación que rodea al
protagonista.

La narración, de
corte sobrio y con un notable tacto que facilita dosificar la carga emotiva,
intenta desmitificar al Mandela que todos conocemos, convirtiéndole en un ser
humano real y de alcance. Para ello, se ha
profundizado en los momentos más desconocidos de la vida del famoso líder,
como sus dos primeros matrimonios, los conflictos que sucedieron durante
ellos y las causas que le llevaron al divorcio en ambos casos, dejando, en
varias ocasiones, su pensamiento y lucha a un lado. El hecho de incluir esta clase de cuestionamientos hace que estemos ante
una cinta más original en comparación con sus antecesoras, que solían obviar
este tipo de cuestiones cuando también forman parte de su vida y, como tal, le han
formado como ser humano.
Destaca el
retrato de los conflictos racistas que se sucedieron durante años en Sudáfrica. Las
barbaries acontecidas tienen lugar a lo largo del largometraje a la vez que
Chadwick incluye imágenes documentales sacadas de archivo, con las que se
dota de mayor realismo al propio guión.
Los paisajes
naturales, de gran belleza y colorido, como el pequeño pueblo donde nació
Mandela, entran en conflicto con las calles lúgubres de Johannesburgo en las
que acabó residiendo. Un fuerte contraste incapaz de pasar desapercibido y que,
junto a la banda sonora, compuesta por temas de gran dramatismo y sonidos
africanos, aportan un importante complemento durante toda la trama, provocando
que el espectador consiga respirar cierta emotividad. Mención especial para el tema principal, ‘Ordinary love’, compuesto por
U2 y que suena a lo largo de los créditos, el cual ha sido nominado en los
Oscar como mejor canción.
Justin Chadwick presenta así al hombre que se mantenía detrás de la
figura de Nelson Mandela. En un futuro, quizá se pueda contar con una
mejor versión su evolución ideológica, pero el retrato humano que se ofrece en ‘Mandela: del mito al hombre’ es difícil de superar.