Hay veranos en los que Madrid se transforma en un mosaico de música y cuerpos en movimiento. Así fue como el festival Río Babel volvió a tejer esa magia los días 4 y 5 de julio, congregando a más de 50.000 personas en el Auditorio Miguel Ríos de Rivas. Bajo un sol de justicia, con la capital marcando temperaturas al límite, el recinto se llenó de un público dispuesto a entregarse a uno de los carteles más celebrados de la temporada. Hubo de todo: desde hip hop a rumba, reggae, pop, electrónica y una programación de comedia que llenó de carcajadas los momentos gastronómicos, junto al escenario dedicado a hacer reír a los presentes.
El viernes 4 arrancó con una apertura de puertas ágil y una atmósfera de cita grande. En el escenario principal, Reyna Tropical abrió la jornada fusionando cumbia, soukous y electrónica en una propuesta que se alza como bandera de diversidad y defensa de derechos LGTBIQ+. Poco después, Bacilos devolvía la nostalgia y la complicidad a través de sus clásicos, con ovación colectiva al subir Timo al escenario en un guiño inesperado a la emoción generacional. Paralelamente, el espacio Babel Comedy cobró vida con la ironía de cómicos como los grandes Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla, reivindicando el humor como parte inseparable de la marca Río Babel.
Viernes de diversidad, nostalgia y fiesta colectiva
La tarde fue un ir y venir entre food trucks –con mención especial al proyecto solidario ‘Acoge un Plato’ de CEAR–, búsquedas de sombra y barras atestadas para un público que, ya cerca de las 20.00 h., aplaudía la propuesta de Lía Kali. Su conexión con los asistentes marcó uno de los momentos más esperados de la jornada, mientras Mr. Kilombo inyectaba energía a quienes empezaban a olvidar el calor con coreografías improvisadas. El recinto, a esas alturas, ya era una fiesta total.
Cypress Hill tomó el relevo con una descarga de clásicos. Tres décadas de historia y más de veinte millones de discos después, el grupo californiano volvió a demostrar que lo suyo trasciende generaciones. Poco después, Rawayana desplegó su tropical futurism en un directo tan festivo como combativo, con confeti, referencias sociales y la mezcla imbatible de reggae, funk, soul y ritmos caribeños que les ha convertido en referentes del nuevo pop latino. Temas como ‘Me pasa (Piscis)’, ‘911’, ‘Feriado’, ‘Bebé’ o ‘Colchones, tambores y refrigeradores’ pusieron al público a celebrar una de las propuestas más seguidas del viernes.
En la carpa Ambar, Caravan Palace firmaba a la misma hora uno de los conciertos más explosivos del festival. Su electro swing, entre jazz manouche y estética retrofuturista, desató bailes desenfrenados y una ovación final inolvidable. El ambiente ya era el de las noches que no se olvidan.

Kase.O: el rap convertido en liturgia colectiva
Caía la noche y el público ya miraba el escenario principal con ganas. Kase.O apareció proyectando imágenes de sus inicios, tras unos barrotes y bajo la capucha, preparado para repasar una trayectoria que ha marcado a varias generaciones. En el foso de fotógrafos se palpaba la electricidad: desde ‘Un gran plan’ hasta ‘Vivir para contarlo’, pasando por ‘Pura droga sin cortar’ o ‘El círculo’, cada tema era recibido como una celebración colectiva.
Junto a R de Rumba, Hazhe, Fran Fuethefirst y El Momo, el zaragozano fue alternando clásicos y composiciones más recientes, dejando espacio para discursos sobre la felicidad como revolución y un sentido homenaje a Jota Mayúscula. El momento cumbre llegó con la aparición de Sho-Hai y Xhelazz, que terminaron de consagrar la noche como un reencuentro con la familia Violadores del Verso. Entre bises, declaraciones y manos alzadas, la cita se consagró al rap y a una comunidad que no entiende de etiquetas ni de edades.
La jornada siguió hasta bien entrada la madrugada, con Jaguayano regalando folk caribeño y crítica social, y Los Amigos Invisibles desplegando su disco-funk y esa facilidad para poner a bailar hasta a los más tímidos. La última palabra fue para Ácido Pantera, que cerró la noche con una explosión de electrónica y tradición colombiana. Río Babel, una vez más, se confirmaba como uno de los festivales más diversos y festivos de la capital.
Sábado de mestizaje: de la energía flamenca a la apoteosis
El sábado arrancó con el descaro y la energía de Sanguijuelas del Guadiana, banda extremeña que convirtió la apertura en una catarsis de punk y flamenco. No Te Va Gustar demostró por qué son leyenda del rock latino con un show vibrante y emocional, donde se coló incluso Nicki Nicole en las visuales y el público respondió con pasión.
El humor volvió a encontrar su sitio en Babel Comedy con el más que necesario podcast ‘No hay negros en el Tíbet’ y las posteriores actuaciones que realizarían durante el resto de la jornada Isabel Rey, Ignatius Farray y Raúl Massana. Griso inyectó vitalidad indie-pop y preparó el terreno para Yerai Cortés, cuya mezcla de flamenco contemporáneo y sensibilidad instrumental conectó con un público que seguía llenando el recinto a pesar del calor.
El atardecer fue para Bebe, envuelta en esmoquin rosa y con un set que combinó himnos de empoderamiento, raíces flamencas y experimentación electrónica. Un público entregado coreaba temas míticos como ‘Ella’ mientras, casi en paralelo, Madness agitaba a varias generaciones con su ska británico y La Ganga Calé convertía la explanada en un mosaico de ritmos imparables.

Estopa: rumba para unirlo todo
A las 23.00 h. la fiesta tomó forma de clamor popular. Estopa se adueñó del escenario y de una masa de más de 25.000 personas que coreaban desde ‘Tu calorro’ hasta ‘Como Camarón’, pasando por ‘La raja de tu falda’, ‘El run run’ o ‘Pastillas de freno’. El dúo catalán firmó uno de los conciertos más multitudinarios del año en la capital, regalando nostalgia, fiesta y una colección de himnos que forman parte del ADN de varias generaciones.
Hubo bromas entre los hermanos Muñoz, bailes y la certeza de que pocas bandas despiertan tal grado de comunión. La rumba se impuso como idioma común en una noche donde todo el mundo se reconocía en las mismas canciones.
La recta final fue una cascada de energía: Queralt Lahoz mezcló flamenco, hip hop y soul en un directo tan sobrio como intenso, y Alamedadosoulna tiñó el cierre de su divertida propuesta, haciendo vibrar a los más nocturnos hasta el último acorde. Como broche, Swing Original Monks despidió la edición con una puesta en escena pensada para la celebración colectiva.
A pesar de la variedad y el ambiente, no podemos terminar sin animar a que el evento se replantee regresar a la Caja Mágica, mucho mejor comunicada y extrañada por mucho del público presente, así como a revisar el engorroso sistema de recarga de pulseras. Son los deberes pendientes de una organización que, por lo demás, supo dar respuesta a los desafíos de un festival cada vez más consolidado en una ciudad a la que le cuesta la cultura festivalera de la que Barcelona podría darnos muchas lecciones.
Río Babel 2025 quedará grabado en nuestra memoria como un crisol de culturas, emociones y estilos. Un lugar donde cincuenta mil personas encontraron un idioma común, bailaron, rieron y, durante dos días, sintieron que la música podía unirlo todo.

