EXTRA! 

Treinta y cinco años cumple este 2016
la feria de arte contemporáneo ARCO, que abrió sus puertas del 24 al 28 de
febrero en Madrid Ifema
. Un total de 221 galerías de 27 nacionalidades se instalaron en los pabellones 7 y 9 del espacio de la capital,
dejando la polémica a un lado en una edición caracterizada por su madurez.
Cerca de 100.000 visitantes acudieron a una cita en la que galeristas y
coleccionistas charlan de forma distendida mientras muchos se sorprenden ante
los precios y algún que otro desvarío.

Maestros como Antonio López, Juan Muñoz, Pablo Picasso y Joan Miró compartieron pabellón con talentos emergentes en
un mercado de compraventa que supone un 60% de las ventas anuales que se realizan
en España
. La inestabilidad financiera internacional parece no frenar al gran
escaparate del arte contemporáneo, algo que sin embargo impide que el amante del
arte pueda costearse los 40 euros de entrada a la cita y que el creador joven pueda asumir los costes de una feria cuyas galerías suelen apostar por
artistas consolidados que les permitan cubrir su carísima presencia.

No son pocos los creadores
presentes en la feria que reflexionan sobre los estereotipos del sector. El artista conceptual Mateo Maté pone en venta sus huesos en ‘Reliquia
de artista’, una obra que
parodia el concepto de mercado artístico, en el que importa más la firma que la
obra en sí.
Entre las piezas más bellas de esta pasada edición, la escultura de
marmolina y resina ‘Manos que exploran’, de Almudena Lobera, en Max Estrella,
galería madrileña donde hasta el próximo 23 de marzo puede disfrutarse de la
primera exposición individual de la autora.

Abundaron las esculturas, cada
vez más presentes, así como las pinturas de gran formato. Los
coleccionistas privados, las fundaciones, las empresas y los museos son
conscientes de que el arte es un bien de lujo rentabilísimo
, donde el conflicto
entre la ocurrencia y la búsqueda de lo sublime está de más. La línea divisoria
entre arte y mercado es fina pero existente, aunque la mezcla de formatos
y cualidades descontextualicen maravillas como las pinturas del colombiano
Fernando Botero en la galería El Museo o las fotografías del
holandés Erwin Olaf en Espacio Mínimo.



Con un 70% de galerías
extranjeras y un 20% del presupuesto del evento dedicado a la invitación de
más de 250 coleccionistas y 150 directores de instituciones
ARCO dedicó la
sección #SoloProjects de esta edición a Latinoamérica, acogiendo a un buen
número de creadores en una interesante muestra colectiva. Recorrerla era una
buena opción si el visitante aún no estaba saturado por la infinidad de obras
expuestas, ante las que resulta más habitual el selfie que el análisis artístico, una buena opción si la otra cara
de la moneda nos lleva ante según qué comisario conmocionado ante unos
folios arrugados o unos ladrillos amontonados.

La pieza ‘Corona’, del artista
plástico vasco Javier Pérezen la galería suiza Guy Bärtschi impresionaba tanto
como multitud de esculturas y fotografías expuestas por los dos
pabellones de una cita con una faceta básica de mercado de la que no puede
esperarse una experiencia similar a la que se vive en un gran museo. Aquí el valor
se entiende como precio, sin olvidar la importancia de su celebración para que las
galerías puedan seguir adelante gracias a las ventas y visibilidad que alcanzan.
Los soportes, contenidos y
tiempos necesarios de visualización de cada pieza son diferentes, algo que juega en
contra de una feria condenada al vistazo rápido por parte del visitante, incapaz
de asimilar todo aquello que ve, más allá de la falta de explicación en la mayoría de la producción expuesta. Original, sorprendente y
también especial, 
ARCO supone un gran abanico de formas de expresión para estar
al día en las últimas tendencias de un sector rebosante de creatividad.