EXTRA!

Basada en la novela escrita
por Juan Valera en 1874, la ópera ‘Pepita Jiménez’ era una de las producciones
más ambiciosas de la actual temporada en los Teatros del Canal. La dirección de
Calixto Bieito y la composición de Isaac Albéniz, junto a la novela original
de Valera, hacían que el público esperase una producción soberbia en la Sala Roja de los mencionados teatros.


Coproducción de los
Teatros del Canal y el Teatro Argentino de La Plata, el montaje, dividido en
dos actos cantados en inglés, cuenta con la soprano hispanoalemana Nicola Beller y el tenor
Gustavo Peña como protagonistas, con unas voces exquisitas que bien podrían formar
parte de cualquier ópera representada en el maravilloso Teatro Real.

La trama de ‘Pepita
Jiménez’
se centra en la lucha interna del seminarista Don Luis de Vargas
cuando se enamora de la joven
Pepita Jiménez, prometida de su padre, Don Diego.
La
Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid (Orcam) se encarga de que el
público disfrute de una
bellísima partitura con referencias andaluzas que, sin
duda, supone el mayor gozo de un montaje que no convence en su puesta en
escena.


El espectáculo integra
en el escenario una imponente construcción de nueve metros constituida por 28
armarios
que, tratando de ofrecer una metáfora de los secretos y la opresión,
acaba convirtiéndose en un elemento innecesario cuya presencia resulta aparatosa
y mareante para el público, cuya atención ya se divide entre la acción que se desarrolla en las
tablas y los sobretítulos en español, situados en una pantalla demasiado elevada para disfrutar desde las primeras filas del patio de butacas.

Calixto Bieito enfrenta
libertad y represión haciendo uso de un simbolismo que se comprende pero no se
traza con acierto,
cayendo en la reiteración conceptual y en la entrega de
momentos gratuitos que van del desnudo a la provocación, con una protagonista que
no duda a la hora de beberse el vino del sacerdote y el recurso innecesario de la sangre
en varias escenas del montaje.

El libreto en inglés,
de Francis Money-Coutts, culmina en un final diferente al texto original, más
poético y mucho menos sombrío que el resto del montaje, que remite a los claroscuros
de la posguerra española. Deliciosa melodía para la adaptación operística de un clásico al que le falla la escenografía.