EXTRA!
Entre las cinco y las nueve de la tarde, en Chile se sirve una merienda
llamada ‘las once’, una costumbre muy similar a la de los ingleses y su hora
del té. Las señoras se sientan en la mesa para disfrutar de una charla
distendida e íntima mientras degustan pequeños bocaditos de jamón, paté y
queso, así como de tartas, pasteles y magdalenas. Todo un festín que queda retratado en el segundo
documental de la directora chilena Maite Alberdi, ‘La once’, que llega a las salas españolas el viernes 27 de noviembre.
La autora decidió retratar a las amigas de su abuela, compañeras
desde el colegio que no han perdido la amistad después de tantos años. Así es
como cada mes, durante cinco años, María
Teresa Muñoz, Ximena Calderón, Alicia Pérez, Angélica Charpentier, Gema
Droguett, Inés Krisch, Nina Chiccarelli, Juanita Vasquez y Manuela
Rodríguez se citan para volver a recordar viejos tiempos y dar sentido a
los nuevos. Los maridos, la homosexualidad, la juventud, el papel de la mujer, el romanticismo de sus vidas, los cotilleos, las enfermedades, el
fútbol, los viajes, las fotos, las canciones, las lecturas y, por supuesto, los
rezos forman parte de esa rutina tan placentera en la que se aprecia cómo el
paso de los años hace que el grupo se vaya haciendo cada vez más reducido.
desde el colegio que no han perdido la amistad después de tantos años. Así es
como cada mes, durante cinco años, María
Teresa Muñoz, Ximena Calderón, Alicia Pérez, Angélica Charpentier, Gema
Droguett, Inés Krisch, Nina Chiccarelli, Juanita Vasquez y Manuela
Rodríguez se citan para volver a recordar viejos tiempos y dar sentido a
los nuevos. Los maridos, la homosexualidad, la juventud, el papel de la mujer, el romanticismo de sus vidas, los cotilleos, las enfermedades, el
fútbol, los viajes, las fotos, las canciones, las lecturas y, por supuesto, los
rezos forman parte de esa rutina tan placentera en la que se aprecia cómo el
paso de los años hace que el grupo se vaya haciendo cada vez más reducido.
Son confidentes, les cuesta que alguien nuevo entre a formar parte de su hermandad.
Son conservadoras, pero en ellas hay un encantador toque de modernidad. Son
coquetas, pretenciosas, siempre ataviadas con sus mejores galas, con un peinado de peluquería
y un delicado maquillaje que retocan constantemente porque sus madres les
inculcaron la importancia de la belleza y los cuidados en su día a día. Son
viudas y prefieren a un esposo muerto que infiel. Y son tremendamente
divertidas, sobre todo como hinchas de la selección de fútbol chilena, a la
que no dudan en apoyar con gorros y entre vítores.
Son conservadoras, pero en ellas hay un encantador toque de modernidad. Son
coquetas, pretenciosas, siempre ataviadas con sus mejores galas, con un peinado de peluquería
y un delicado maquillaje que retocan constantemente porque sus madres les
inculcaron la importancia de la belleza y los cuidados en su día a día. Son
viudas y prefieren a un esposo muerto que infiel. Y son tremendamente
divertidas, sobre todo como hinchas de la selección de fútbol chilena, a la
que no dudan en apoyar con gorros y entre vítores.
Alberdi divide los
70 minutos de metraje en capítulos presentados por una fotografía de su último
viaje en la que, por desgracia, siempre falta alguien. Sus risas hablan por
encima de sus llantos, del dolor de la quimioterapia, de los olvidos constantes y de los maridos machistas. Resulta interesante la visión que tienen de la vida y el gran choque
que supone con la realidad de la juventud. Han sido educadas para perdonar, callar cuando el hombre replica, cuidar de sus hijos por encima
de sí mismas, contraer matrimonio como único objetivo de vida y estar bellas siempre.
70 minutos de metraje en capítulos presentados por una fotografía de su último
viaje en la que, por desgracia, siempre falta alguien. Sus risas hablan por
encima de sus llantos, del dolor de la quimioterapia, de los olvidos constantes y de los maridos machistas. Resulta interesante la visión que tienen de la vida y el gran choque
que supone con la realidad de la juventud. Han sido educadas para perdonar, callar cuando el hombre replica, cuidar de sus hijos por encima
de sí mismas, contraer matrimonio como único objetivo de vida y estar bellas siempre.
Confunden homosexualidad con promiscuidad, el trabajo de la
mujer con el descuido de la casa y la
religión como placebo ante la proximidad de la muerte y, pese a todo,
reflexionan y dan pie a cierto progresismo bebido de su experiencia. Guardan un respeto profundo a la hija de María Teresa, Francisca,
una joven con síndrome de Down que les deleita cada merienda con algunas
canciones tocadas con la flauta porque, ante todo, son señoras de buena casta.
mujer con el descuido de la casa y la
religión como placebo ante la proximidad de la muerte y, pese a todo,
reflexionan y dan pie a cierto progresismo bebido de su experiencia. Guardan un respeto profundo a la hija de María Teresa, Francisca,
una joven con síndrome de Down que les deleita cada merienda con algunas
canciones tocadas con la flauta porque, ante todo, son señoras de buena casta.
Con un delicado toque intimista y un montaje sumamente cuidado,
el director de fotografía Pablo Valdés saca
partido a la imperfección de las imágenes para llevar a cabo un trabajo que
respira encanto, emoción y nostalgia. Maite Alberdi realiza un homenaje a
las mujeres de nuestras familias, puesto que las protagonistas son un
ejemplo más de esas madres y abuelas reunidas con sus amigas de siempre,
recordando el pasado y soñando el futuro
frente a la vejez que contempla cómo se esfuma lentamente la vida.
el director de fotografía Pablo Valdés saca
partido a la imperfección de las imágenes para llevar a cabo un trabajo que
respira encanto, emoción y nostalgia. Maite Alberdi realiza un homenaje a
las mujeres de nuestras familias, puesto que las protagonistas son un
ejemplo más de esas madres y abuelas reunidas con sus amigas de siempre,
recordando el pasado y soñando el futuro
frente a la vejez que contempla cómo se esfuma lentamente la vida.