EXTRA!

Luis Royo no se levanta hasta que firma al último de sus seguidores que hacen cola. Expocómic está a reventar de gente y una cola enorme de personas espera a que el escenario principal del Matadero se vacíe un poco para que los de seguridad, nerviosos  y precavidos de más tras lo ocurrido en Madrid Arena, consideren que puede entrar un nuevo grupo de personas. Tras una charla en compañía de la nicotina, nos refugiamos del frío y del ruido en una sala en la que, durante unos minutos, entrevistamos a uno de los ilustradores españoles más importantes de los últimos años.
¿Qué le aporta a un ilustrador con su trayectoria salones como este Expocómic?
Sobre todo el contacto con el público. Las miradas de tus seguidores te dan luz para esa oscuridad en la que después vuelves a envolverte durante meses. Es algo que te llena mucho, cargas las pilas. 
¿Cómo se inició en el mundo de la ilustración?
Fue en una exposición de cómic cuando Rafael Martínez, de Norma Editorial, me dijo que debería dedicarme a la ilustración, tras lo que me pidió algunas ilustraciones. Tenía razón. Sería él mismo quien más tarde me instruiría en el mundo de la editorial. 
¿Cómo es su relación con Norma Editorial?

Sigo con ella después de más de 30 años. Siempre han llevado mi trabajo, desde los inicios hasta el momento en el que mi hijo, Rómulo, trabaja conmigo. Norma tiene fuerza para distribuir mi trabajo en el mercado internacional y eso es algo que me beneficia.
¿Cuánto puede tardar en realizar una ilustración?

Eso es algo muy complicado responder, no es algo matemático. Una idea puede plasmarse en un tiempo determinado pero en función de los detalles, la atmósfera y el impacto que quieras provocar puede llegar a variar mucho. 
No suelo ponerme fechas hasta que me convence la imagen. Estudio la historia, las ideas en bruto y realizo las imágenes para percibir qué extensión me puede requerir en base al hilo argumental. Es el proyecto el que te pide una dedicación y extensión concreta.

¿Hay algún trabajo que recuerde con especial cariño?

Lo cierto es que cada uno es especial para mí. Quizá pondría muchas pegas a la estética de una cúpula que hicimos en Moscú, pero al mismo tiempo me trae buenos recuerdos porque lo hice con mi hijo y ahí fue donde nació la idea de colaborar juntos. Es un lugar en el que estuvimos tan aislados durante meses que nos sentimos como auténticos monjes de clausura. Le tengo especial cariño a aquel trabajo, sí. 

¿Siempre ha trabajado con su hijo?
No, yo trabajaba más de encargo y Rómulo entró en el trabajo de encargo para luego dejarlo e introducirse en el mundo de la pintura, donde hemos estado durante más de diez años, pero siempre hemos realizado colaboraciones.

¿Qué referentes artísticos le han marcado?
He tomado muchas más referencias de los clásicos, de los pintores barrocos, del expresionismo, de los pintores rusos que del mundo de la ilustración. Quizá sea también porque al empezar a trabajar en el mundo de la pintura esos referentes me han marcado más. 

¿Por qué museo de Madrid se perdería?

Por el Prado, aunque por el Reina Sofía tampoco tendría problema en hacerlo.
¿Cómo ve el futuro?
Ahora mismo estoy involucrado en un proyecto de varias novelas en el que aún permaneceré trabajando durante al menos seis años más. Es un proyecto tan largo y con tantas ramificaciones que no miro más allá.