Si entendemos la creación como una centella que atraviesa la noche, el debut cinematográfico del director ucraniano Miroslav Slaboshpitsky, ‘The tribe’, supone un rayo de gran intensidad que ciega al espectador con una obra que en 2014 se alzó como la película ganadora de la Semana de la Crítica en Cannes. La primera ficción rodada íntegramente en lengua de signos (sin palabras, intertítulos ni subtítulos) atrapa al público al mismo tiempo que le golpea atrozmente con su violencia extrema y sexo explícito.



Un joven (Grigoriy Fesenko) llega a un internado para sordomudos mientras la cámara muestra una introducción en la que la formalidad de la apertura del curso y una clase de historia (que nos sitúa en Ucrania) dejan paso a la aparición de una mafia que controla el centro robando, golpeando y prostituyendo a sus compañeras con tal de conseguir dinero con el que emborracharse y drogarse. ‘The tribe’ hiere, aunque bien es cierto que tiene más mérito por su forma que por el tema que trata, más que debatido en el séptimo arte.


El espectador asiste a las comunicaciones entre los miembros de la banda sin ser consciente de lo que se están contando más allá de la excelente labor gestual de unos actores aficionados que, a través de su capacidad expresiva, consiguen que el público no se desoriente en un largometraje en el que el sonido ambiente acompaña durante los 125 minutos que dura la producción. Ese doble juego en el que el espectador escucha los sonidos que los protagonistas no oyen mientras que los personajes se cuentan lo que el que ve la película no comprende provoca varias escenas imborrables.


Las clases que terminan cuando la luz de clase parpadea, las conversaciones que no avanzan cuando las maletas ocupan ambas manos o la incapacidad de saber lo que ocurre donde los personajes no dirigen sus miradas embelesará a quien se excite con las producciones diferentes, a pesar del uso desmedido del plano secuencia.

La banda sonora brilla por su ausencia en una cinta que arrasa al público durante una escena médica en la que muchos apartarán la vista, para entregar un final inesperado y violento que dejará al espectador sin palabras. Uno se pregunta hasta qué punto marcas tan conocidas como AppleVolvo o Adidas aceptaron aparecer de forma evidente en una producción que, si bien brilla por su visceralidad y reflexiona sobre el valor de la pertenencia al grupo, presenta de forma tan cruda cuestiones como el machismo, la delincuencia y la decadencia social en las nuevas generaciones.


La fotografía de Valentyn Vasyanovych tiene mucho que ver con el hipnotismo que ‘The tribe’ ejerce sobre quien la visiona, con la constante alusión a la situación social y económica de Ucrania a través de la aparición continua de los colores azul y amarillo que dibujan su bandera. Los tonos fríos y apagados encajan con la falta de empatía de unos personajes sin escrúpulos que desprecian al que tiene discapacidades diferentes a la suya y se deshacen de quien no les sirve para obtener beneficio.


Una obra innovadora en la que sobresalen Grigoriy Fesenko en el papel del sumiso protagonista y Yana Novikova como una joven obligada a prostituirse, acompañados de un reparto que realiza su trabajo de forma sobresaliente. El poder, el deseo y la venganza encuentran en Slaboshpitsky un potente medio transmisor al que conviene seguir la pista por su brillante mordacidad. 8/10.