España
sigue en estado de alarma tras los recientes atentados yihadistas en Francia, Turquía y
Túnez.
Terroristas o, según ellos mismos, mártires que emplean su propio cuerpo como
arma destructiva. Jóvenes reclutados por parte de grupos armados que hacen una
lectura del Corán a su antojo mientras los líderes no dan ejemplo con sus
acciones y prometen un paraíso lleno de vírgenes, donde la pobreza y la marginalidad no
existen.
tenido que pasar tres años para que la cartelera española conozca a ‘Los caballos de Dios’, un largometraje
dirigido por el parisino de origen marroquí Nabil Ayouch. Tras triunfar en
los festivales de Valladolid, ganando la Espiga de Oro, y Cannes, entre otros
muchos, se estrena en los cines este viernes 3 de julio. Su título hace referencia a los musulmanes que se
preparan para sacrificarse en nombre de Dios por su pueblo. Basada en los atentados de Casablanca en
2003, en los que fallecieron 45 personas junto a los 12 kamikazes, la cinta arranca en un poblado del extrarradio de la
ciudad llamado Sidi Moumen.
encontramos a unos niños jugando al fútbol que, tras una disputa, salen
corriendo a refugiarse entre las estrechas calles creadas por las
chabolas. Así es el día a día de Yachine
(Achraf Afir) y su hermano mayor Hamid
(Said El-Alami). El primero desea ser tan buen futbolista como lo era ‘la araña negra’ (el ruso Lev Yashin, considerado mejor portero de la historia), mientras que el segundo es el sustento de su familia gracias a
una serie de trapicheos.
La casa se viene abajo con un padre depresivo, una madre
absorbida por la televisión y un
hermano deficiente. Con el paso del tiempo, Hamid (Abdelilah Rachid) acaba siendo encarcelado durante dos años, tras lo que todos le encuentran muy cambiado. Tras una serie
de fatídicas circunstancias que harán madurar de golpe, Yachine (Abdelhakim Rachi) se verá arrastrado a profesar el
islamismo más radical.
interpretaciones que alcanzan el mismo grado de verosimilitud que la
trama. Conmovedora e impactante, no trata de justificar los hechos, sino de clarificar lo que se esconde tras el radicalismo y, sobre todo, tras las
condiciones en las que viven estos ‘mártires’. Por otra parte, el
autor también expone pequeñas dosis de cuestiones como la
prostitución, la homosexualidad, el alcoholismo y la falta de empleo.
el interior de los personajes, mientras que los planos generales del caótico
conjunto de tejados de uralita muestran un ambiente
miserable y pobre que se contrarresta con la riqueza de otras zonas de la
ciudad en las que se aprecia un lujo que ninguno de ellos
podrá disfrutar.
Las
dos caras de la glorificada misión quedan registradas en ‘Los caballos de Dios’. Dudar del objetivo es indigno e
irrespetuoso para los yihadistas,
ciegos ante los terroríficos actos en los que arrebatan tantas vidas. Sin que importe el bando, las víctimas son
siempre las que acaban perdiendo mientras que los verdaderos instigadores siguen intactos, mirando desde lejos cómo se cumplen unos objetivos entre los que ni siquiera se roza la auténtica esencia del Corán.