EXTRA!

Dicen que el crimen perfecto no existe, que nadie puede fiarse de uno mismo puesto que, aun con una meticulosa planificación, el ser humano es inexacto y, por tanto, siempre comete fallos, por ínfimos que sean. Muchas veces, el error proviene de una investigación imperfecta o de la falta de medios pero, sea como sea, los delitos se sustentan en la inexactitud. Si a ello les sumamos una dosis pasional, el resultado final siempre será un fracaso.
Aun
siendo el clásico hilo argumental de la mayoría de thrillers psicológicos, parece que el séptimo arte sigue sin
cansarse de él. Los hermanos y directores
franceses Arnaud y Jean-Marie Larrieu presentan su último trabajo a partir del
5 de septiembre en salas españolas. ‘El amor es un crimen perfecto’ es un
relato que se suma a la fantástica film
noir francesa que tantos éxitos está cosechando en los últimos tiempos, pero que se mantiene en
una fría mediocridad dentro de esta corriente y no precisamente por la
interpretación de sus actores.
Basada en la novela ‘Incidences’ del
escritor Philippe Djian, la cinta narra
la arriesgada y seductora aventura de Marc
(Mathieu Amalric), un carismático profesor universitario de
literatura que vive con su posesiva hermana Marianne
(Karin Viard) y mantiene relaciones sexuales con sus alumnas.
Una de ellas, Bárbara,
desaparece, por lo que su madrastra, Anna
(Maïwenn) se encuentra con el protagonista mientras la policía inicia una
investigación para esclarecer lo sucedido y encontrarla. A su vez, otra de sus
pupilas, Annie (Sara Forestier) dará rienda
suelta al deseo obsesivo que posee por Marc,
acosándole y poniendo en peligro su empleo.
Aun
siendo el clásico hilo argumental de la mayoría de thrillers psicológicos, parece que el séptimo arte sigue sin
cansarse de él. Los hermanos y directores
franceses Arnaud y Jean-Marie Larrieu presentan su último trabajo a partir del
5 de septiembre en salas españolas. ‘El amor es un crimen perfecto’ es un
relato que se suma a la fantástica film
noir francesa que tantos éxitos está cosechando en los últimos tiempos, pero que se mantiene en
una fría mediocridad dentro de esta corriente y no precisamente por la
interpretación de sus actores.
Basada en la novela ‘Incidences’ del
escritor Philippe Djian, la cinta narra
la arriesgada y seductora aventura de Marc
(Mathieu Amalric), un carismático profesor universitario de
literatura que vive con su posesiva hermana Marianne
(Karin Viard) y mantiene relaciones sexuales con sus alumnas.
Una de ellas, Bárbara,
desaparece, por lo que su madrastra, Anna
(Maïwenn) se encuentra con el protagonista mientras la policía inicia una
investigación para esclarecer lo sucedido y encontrarla. A su vez, otra de sus
pupilas, Annie (Sara Forestier) dará rienda
suelta al deseo obsesivo que posee por Marc,
acosándole y poniendo en peligro su empleo.

Se trata de una cinta cuya importancia reside en las actuaciones
y la ambientación más que en la trama. Amalric
saca el máximo partido a un personaje ambiguo que es realmente su propio
enemigo. Nadando entre sueños reales debido a su sonambulismo, el intérprete transmite
toda clase de sensaciones, desde la extrañeza en cuanto a su forma de
socializar, a la emotividad de un hombre en crisis, sin rumbo fijo, o la
repulsión de su total amoralidad. Junto a él, destacan sus tres compañeras como
pilares básicos de un elenco femenino redondo. La desequilibrada y dominante Viard, la cálida y sensual Maïwenn, y la
explosiva e insistente Forestier completan el círculo que rodea al trastornado
Marc.
Con un argumento reiterativo en ocasiones y un ritmo lento hasta la
extenuación, la producción adquiere cierto equilibrio gracias a una serie de ingeniosos diálogos que van más allá de lo evidente. La intriga se combina constantemente con
un drama romántico salpicado por algún que otro toque de humor. No obstante,
tras las grandes obras francesas que han llegado a la cartelera española en
los últimos años, el esfuerzo de los
hermanos Larrieu parece tener muchas papeletas para quedar en el olvido.
Indiscutible la atmósfera turbia y misteriosa que habla por sí
sola y representa un continuo contraste con respecto a las interpretaciones.
El director de fotografía galo Guillaume
Deffontaines realiza una labor impecable sustentada en paisajes montañosos repletos
de nieve que, pese a su gran belleza, mantienen ese aire grisáceo y tétrico
característico del cine negro.
y la ambientación más que en la trama. Amalric
saca el máximo partido a un personaje ambiguo que es realmente su propio
enemigo. Nadando entre sueños reales debido a su sonambulismo, el intérprete transmite
toda clase de sensaciones, desde la extrañeza en cuanto a su forma de
socializar, a la emotividad de un hombre en crisis, sin rumbo fijo, o la
repulsión de su total amoralidad. Junto a él, destacan sus tres compañeras como
pilares básicos de un elenco femenino redondo. La desequilibrada y dominante Viard, la cálida y sensual Maïwenn, y la
explosiva e insistente Forestier completan el círculo que rodea al trastornado
Marc.
Con un argumento reiterativo en ocasiones y un ritmo lento hasta la
extenuación, la producción adquiere cierto equilibrio gracias a una serie de ingeniosos diálogos que van más allá de lo evidente. La intriga se combina constantemente con
un drama romántico salpicado por algún que otro toque de humor. No obstante,
tras las grandes obras francesas que han llegado a la cartelera española en
los últimos años, el esfuerzo de los
hermanos Larrieu parece tener muchas papeletas para quedar en el olvido.
Indiscutible la atmósfera turbia y misteriosa que habla por sí
sola y representa un continuo contraste con respecto a las interpretaciones.
El director de fotografía galo Guillaume
Deffontaines realiza una labor impecable sustentada en paisajes montañosos repletos
de nieve que, pese a su gran belleza, mantienen ese aire grisáceo y tétrico
característico del cine negro.
Un largometraje obvio en su historia pero apabullante en el trasfondo de sus personajes y
en la efectividad de su ambientación. Un retrato con falta de
entusiasmo sobre cuestiones controvertidas, donde nada es perfecto, ni siquiera
el amor.