Filmin Music Fest

A veces, cuanto más
anhelamos conseguir algo, más se aparta de nosotros. No es suficiente con
querer, tenemos que concienciarnos de que va a ser un camino lleno de
obstáculos. Hay quienes llegan hasta el final sin que importen las consecuencias y los hay que se rinden por el camino. El director vietnamita Tran Anh Hung plasma estas ideas a
través de su última producción, ‘Tokio Blues’, una adaptación de la famosa obra del escritor japonés Haruki Murakami que, estos días, puede disfrutarse dentro de la programación del Filmin Music Fest. Una
obra con la curiosidad como protagonista en la que encontramos amor y sexo en cada plano y mirada.
Toru Watanabe (Kenichi Matsuyama), un hombre que en mitad de un viaje a Europa escucha por
casualidad el tema ‘Norwegian Wood’ de The Beatles. Es entonces cuando la melancolía y la nostalgia le hacen retroceder a su pasado como estudiante en el Tokio de finales de los años 60.
Toru, un personaje al que podríamos
catalogar como antiheróico, recuerda su turbulenta relación con la inestable y
misteriosa Naoko (Rinko Kikuchi), la
novia de su mejor amigo Kizuki (Kengo
Kôra), y el suicidio de este, algo que le distanció de ella durante un año
hasta que se reencontraron en la universidad. Allí comienzan una complicada
relación marcada por la inestabilidad mental de la chica, a la que acabarán internando en un psiquiátrico. Al poco tiempo, el joven se cruza con Midori
(Kiko Mizuhara), una muchacha atractiva y vivaz con la que, indeciso y
sumido en un mar de dudas, descubre el deslumbramiento y el desengaño.

Acompañada de una fantástica banda sonora firmada por Johnny
Greenwood (Radiohead),
la película nos transporta a una historia compleja en la que el director decide utilizar la cámara para mostrar la miseria y la
extrema fragilidad del ser humano y las razones de sus comportamientos. Los personajes son esbozados de forma sutil pero firme y dejan al espectador que rellene los
espacios en blanco.
total naturalidad la inocencia y curiosidad en plena
búsqueda de sus verdaderos sentimientos.
También brilla Naoko, un
personaje perdido, con el corazón roto y la mente desgarrada.
la sensación de asfixia, entre la locura y el aprendizaje, que impera en un largometraje en el que domina una atmósfera nostálgica en la que reina la incertidumbre, el deseo y la soledad.