Huir de tu país en
busca de respeto y normalidad. Aguantar las voces de aquellos que eluden su
intolerancia susurrando que ‘si no lo vas contando, nadie te dirá nada’.
Levantarse cada día de la cama en un país en el que los legisladores apoyan una
ley que condena la difusión de cualquier información sobre la homosexualidad
con penas de cárcel. A esa realidad se enfrentan cientos de jóvenes
homosexuales en Rusia, un país que durante toda su historia ha mantenido una
visión conservadora respecto a las relaciones entre personas del mismo sexo hasta convertirse, en los últimos años, en una de las mayores vergüenzas europeas en lo que tiene que ver con el respeto de los derechos humanos bajo la coartada de las
tradiciones y la cultura rusa.


En el año 2013 se creó
un proyecto público en Internet destinado a ofrecer apoyo a los adolescentes
homosexuales, bisexuales y transgénero bajo el nombre de ‘Children 404’,
haciendo alusión al error con el que un usuario se topa en la red cuando no existe aquello
que busca. La periodista rusa Lena Klimova gestó el movimiento tras escribir
una serie de artículos sobre jóvenes LGTB que desembocó en una iniciativa que a
día de hoy cuenta con una red de más de 50.000 personas en la red social rusa
Vkontakte.

El documental ‘Children 404’, dirigido por Askold Kurov y Pavel Loparev, muestra la historia de
45 jóvenes que han sufrido en su piel la discriminación por su orientación
sexual en el país de Vladímir Putin. Psicólogos que culpan a niños de no aceptar la existencia
de los homófobos, padres que prefieren ver a sus hijos muertos que felices con
alguien de su mismo sexo y ciudadanos que escupen a quien sale a la calle
pidiendo respeto
van torciendo el gesto de un espectador que se sentirá ante una serie de testimonios surrealistas
propios del medievo, por desgracia más que habituales en la actualidad.

Una imagen fija recoge
las palabras de Klimova, que recuerda cómo se vio obligada a redactar su
dimisión en un medio de comunicación tras comenzar un filtreo con una compañera
de oficina. La activista se debate entre la lucha y la tristeza abismal de
quien no entiende a los que confunden el amor con una amenaza global.
La cámara
en mano mezcla las historias de quienes encuentran el calor de sus seres queridos cuando se atreven a dar el paso de revelar su homosexualidad y de los que
hicieron las maletas dejando atrás la incomprensión.


Se retrata a quienes se
escandalizan pero también a aquellos que rodean con sus brazos a sus hijos,
familiares y amigos ante las contradicciones de un país que celebra cada año un
día por la tolerancia en sus escuelas mientras las leyes retiran la patria
potestad a padres homosexuales, impiden que quien no sea heterosexual done
sangre y donde las encuestas afirman que el 90% de los rusos se posiciona en contra
de la aceptación social de las ‘relaciones no tradicionales’
. Mientras tanto,
los tanques decoran toda la ciudad.
La música no existe en
una producción sobrecogedora que se sirve de 76 minutos para presentar a personas
tan normales como el resto, que sueñan con una vida tranquila en la que puedan
amar, trabajar y sentirse en paz al final del día.
Los
testimonios sonoros se conjugan con los retratos de multitud de jóvenes que cuentan
su historia en los perfiles de ‘Children 404’, donde anhelan encontrar a
alguien que les apoye y les saque de una lucha interna que sólo puede derivar
en la aceptación y, en muchos casos, el exilio.
Mientras la homofobia
campa a sus anchas en la sociedad rusa, el público tiene la oportunidad de
sumergirse en un documental honesto que ha salido adelante gracias a las donaciones
de decenas de personas. Algo falla en la mente de los que no entiende que el
delito es el acoso y no el amor, que en el fondo es lo que juzgan. De ahí
la necesidad del activismo contra un gobierno prostituido y un pueblo
envilecido.
9/10.