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Tras 11 años de éxito y más de un millón de espectadores, el monólogo cómico ‘Espinete no existe’ sigue arrasando cada viernes y sábado en la Gran Vía madrileña. ¿Qué tendrá esta producción para llevar tanto tiempo en cartel? Eduardo Aldán invita al público a viajar hasta  los años 70 y 80 para revivir parte de su infancia.



Sienta bien que, de vez
en cuando, a uno le recuerden que hay que seguir soñando e ilusionándose con las
pequeñas cosas que ofrece la vida porque, al hacerte mayor, muchas de las
ilusiones que uno tenía cuando era niño acaban desapareciendo y se nos olvida que, para alcanzar nuestros objetivos, antes debemos desearlos. 
Al cruzar la puerta del Pequeño Teatro Gran Vía, el público siente que los años no han pasado ya que, justo antes de acceder a la sala, se encuentra con objetos, juguetes y fotografías que marcaron la infancia
de toda una generación y que decoran la entrada.

Con una interpretación impecable, Eduardo Aldán consigue que, durante 90 minutos, el
espectador se traslade a su infancia a través de la
música, las imágenes y la comedia, recordando detalles que marcaron la infancia de muchos de los presentes, como las chucherías, el material escolar, los helados, ‘Los payasos de la tele’ y el mítico programa ‘Un, dos, tres…’. Aunque ser niños, está claro, no
signifique de por sí alegría e ilusión, algo que el actor recuerda con anécdotas como la de su primera comunión.

Una comedia con la que el espectador siente añoranza, llegando a emocionarse al recordar momentos de la niñez, y en la que el público ríe, canta y disfruta de lo lindo. ¿Quién iba a decir que una
sala llena hasta la bandera iba a acabar cantado el tema de ‘D’artacan y los tres mosqueperros’ igual que cuando eran unos críos?

‘Espinete
no existe’ 
consigue, con los recursos escénicos justos, conectar con el
espectador y convencerle de que, aunque pasen los años, hay que seguir ilusionándose con las pequeñas cosas. 
Si quieres realizar un
viaje al pasado y hasta recordar los aspectos más oscuros de tu infancia, no dudes en
acudir al Pequeño Teatro Gran Vía. Eduardo Aldán te espera allí con un monólogo entrañable.